viernes, 6 de julio de 2018

6 de julio. Me gusta sentarme...

La imagen puede contener: Jesús Rodríguez Arias, sentado y exterior

Buen día nos dé Dios.
Soy de esos que me gusta parar mis pasos, detener el avance de mi vida, para sentarme a pensar pues haciéndolo además de ejercitar la mente te hace ver mientras observas la realidad de cada día, de las personas que pasan por tu lado, de esas opiniones que vas cogiendo al vuelo donde los recuerdos se mezclan con las alegrías, los padecimientos se tornan en necesaria Esperanza, los proyectos se van convirtiendo en esas necesarias ilusiones que nos hacen levantarnos cada vez, donde el dolor también se muestra y debe demostrar con total naturalidad pues forma parte de la vida.
Conocer la cultura, las raíces, la historia de los pueblos es fundamental pero sería una visión totalmente incompleta si no conocemos a las personas que los habitan y los que los han habitado por eso hay que saber escuchar más y hablar menos, por eso que aprender de todo y con todos pues ahí está la cuadratura del círculo de las verdaderas enseñanzas.
Por eso me siento junto a los mayores, que son desconfiados por los años vividos, por las experiencias pasadas, me gusta conversar lo que ellos, guardar el respetuoso silencio que ellos guardan, y cuando se abren y cuentan sus vidas que también es la vida de sus gentes, de su pasado, bebo en tan valiosas enseñanzas pues soy depositario de un poso de la historia que no viene ni vendrás nunca en los libros.
Por eso me siento junto a hombres y mujeres de mediana edad que cuando ven que eres de confianza se abren a su pasado hilando su presente porque quieren el mejor futuro no tanto por ellos sino para sus hijos, sus nietos...
Por eso me siento junto a los niños y río con ellos, me gusta escuchar sus pensamientos, sus ideas, lo que su día a día se mezcla con esa pura inocencia hasta transformarlo todo en un mundo muy bonito, un mundo hecho con algodones.
Por eso me siento y me gusta estar con mis amigos, hermanos del alma, me gusta conversar, compartir, escuchar desde ese respeto sagrado y guardar los silencios que dicen más que los mismos sentimientos. Me gusta decirles que los quiero tal y como son porque siendo así son tan importantes y necesarios para mí.
Por eso me siento y gusta estar por tiempo sin límites con mi mujer, con Hetepheres, me gusta compartir sus alegrías e incertidumbres, sus pesares y Esperanza, sus sueños de hoy para mañana que son nuestra vida, sus risas, sus llantos, sus momentos de hondo silencio en los que aparece abstraída pensando en lo que solo ella sabe, silencios de lectura, silencios de ver la televisión, silencios mirando su montaña, silencios de esos ojos profundos cuando se fijan en mi mirada...
Y me gusta compartir su vida, me gusta con ella levantarme cada mañana, me gusta sentirla siempre tan viva y con todo apasionada. Me gusta y saboreo cada momento que estoy con ella, y la extraño tanto por las mañanas cuando el deber me exige presencia, el deber me llama. Y me gusta recorrer caminos juntos y en el Caíllo perder la mirada mientras Enriqueta ladra a una mosca, mientras Villaluenga aparece más blanca. Y me gusta como juega con Pitufino, como cuida a nuestros canarios Valentín y Rechoncha, me gusta cuando en la carretera ve un perrito y hace además de parar y traerlo como si tal cosa...
Y me gusta compartir los momentos más duros, los de incertidumbres y preocupación, los de dolor, porque ella siempre está conmigo como con ella intento estarlo yo.
Sí, me gusta sentarme para pensar porque el hacerlo me da vida, me enseña, me embriaga, me da los suficientes argumentos para deciros que todo esto vale la pena si nosotros somos capaces de poner nuestro particular granito de arena, que un mundo mejor existe y es el que tú, yo, la gente buena intenta hacer a diaro.
Y me gusta sentarme junto a un sacerdote, que siempre será el gran desconocido para tantos, el que vive esa inmensa soledad de ser cuestionado siempre, criticado siempre, señalado siempre. Soledad no tan sola pues tiene a Dios que lo acompaña, como a nosotros, a todas horas y la Madre Iglesia que siendo su Casa y la nuestra es su verdadera Casa.
Y me gusta sentarme con Dios escucharlo en mis silencios, rezar, comulgar su Augusto Cuerpo, adorarlo ante el Sagrario que es sito solitario porque el mundo prefiere desnudarse en la red que hacerlo ante el Señor.
Sí, me gusta sentarme y recordar esa infancia que no volverá, a mi madre y a mi Tata y esa vieja casa del Carmen que mi niñez y parte de juventud pasara y que hoy en la medianía de la vida siento esa mezcolanza de mi pasado que ya se fue y el mañana que siempre será mañana.
Sí, soy raro, lo sé, pero me gusta sentarme y pensar...
¡Feliz viernes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario