Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
La rosa es una flor de extraordinaria belleza, de extraordinaria delicadeza, que nos envuelve con su perfume y nos hace revivir ese pasado junto a personas muy queridas que ya no están.
El perfume de una rosa forma parte de la belleza que es la propia vida, sus pétalos delicados aunque fuertes, su textura, colores, nos hacen ver que no todo es soez, es maleducado, es grotesco. Una simple rosa nos muestra con su eterna elegancia que nuestro día a día también tendría que serlo, que en cada uno de nosotros hay una rosa que perfuma nuestro corazón y nos hace mejores.
La rosa era la flor preferida de mi madre y siempre tuvimos una cerca. La rosa es una flor que gusta mucho a mi mujer y por eso en la Atalaya intento tener siempre una teniendo como mejor jarrón un sencillo y humilde catavino que apoyado en la chimenea nos recuerda los bello también lo doloroso, por las espinas, y lo efímero de esta vida.
Una vida demasiado corta para vivirla inútilmente, una vida demasiado bella para gastarla en lo que la ensucia, una vida en parte dura para abandonar nuestras metas por comodidad, por el que podrán decir...
Una vida en la que todos podemos aprende de todos, una vida abierta a la sencillez, a la humildad, a todo alejamiento de ese poder, que también es efímero, que lo vicia todo, lo ensucia todo.
Una vida para dedicarle tiempo a pensar, a reflexionar, a orar, desde el necesario silencio que te aleja de ese bullicio que no nos deja escuchar y tampoco respirar.
Una vida donde la belleza como don de Dios envuelva y penetre cada poro de tu ser impregnándolo de ese perfume que nos hace diferente aunque seamos iguales, nos hace únicos y ciertamente irrepetibles, ese perfume que señale que somos ante todo y sobre todo buenas personas...
¡Feliz domingo!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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