Buen día nos dé Dios.
Ayer mientras daba uno de esos paseos por Villaluenga del Rosario, esos paseos que disfrutas a cada paso con lo que ves, con lo que te envuelve, con los encuentros de los queridos vecinos que siempre tienen una palabra amable, una conversación interesante, me fuí fijando que el otrora verde de los prados se ha convertido en hierba seca cuyo color dorado se te viene a la vista apenas mires.
Ya los lirios del campo y esa ingente cantidad de amapolas han desaparecido de la vista pues la primavera ha vuelto a dejar pasar un nuevo verano, el color de sol también lo ha hecho y ahora es blanco fuerte, intenso.
Pero sin quererlo miré para la carretera y allí tres amapolas sobrevivían a duras penas las inclemencias de un calor que se refuerza sobre el asfalto. Tres simples amapolas que en su debilidad resisten correosas los envites que le sobrevienen cada día. Ya no relucen por bonitas, están algo más secas, más descoloridas, ya sobresalen por su resistencia a desaparecer como las demás.
Y es que nosotros tendríamos que ser como esas amapolas que resisten todos los envites pero se mantienen en pie por muchas vicisitudes que se encuentren al paso, muchos ataques que reciban, mucho abandono que sientan, mucho giren la cabeza porque ya no son tan bonitas como ese friso que adornaba la carretera...
Pero ellas son unas supervivientes y nosotros también lo tendríamos que ser cuando mantengamos nuestra forma de vida, nuestra coherencia personal, nuestro honor, nuestra veracidad, ante un mundo que aniquila a quienes no piensan como él quiere que debemos pensar, ante un mundo que ya nos puso la etiqueta incluso hasta antes de nacer.
Si tres simples amapolas son capaces de sobrevivir a las más duras condiciones también lo podemos hacer nosotros que sabemos buscar los recursos para no morir en el intento. En estas florecillas se ve nítidamente la mano de Dios y en nosotros, en nuestro día a día, también se ve si estamos dispuesto a ver.
Si somos capaces de hacer la voluntad del Señor aunque nos pongamos contra el mundo Él nos protege, Él nos salva, Él nos hace supervivientes, como lo hace con esas tres simples y bellas amapolas que sobreviven en medio de la sequedad y el calor solo porque así es la voluntad de Dios ya que su férrea resistencia puede hacernos ver que nosotros también podemos hacer lo que tengamos que hacer si sabemos poner nuestros afanes en los brazos redentores del Padre.
¡Feliz miércoles!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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