Buen día nos dé Dios.
¿Sentís en vuestras vidas ese vértigo, esa velocidad, ese "ir corriendo" mientras todo pasa por delante vuestra sin apenas daros cuenta?
¡Vamos demasiado deprisa para algunas cosas y muy lento para lo que en verdad importa!
Dice el refrán que por mucho que corras no amanece más temprano y además es una verdad incuestionable.
Todo tiene su tiempo, su momento, su espacio, y por mucho que aceleremos no quiere decir que lleguemos en el momento oportuno, que seamos puntuales.
Nos exigimos en demasiadas ocasiones más de lo que podemos no tanto ofrecer sino lo que en realidad podemos dar. Nos marcamos unas metas, algunas irrealizables por cierto, que cuando no logramos superarlas nos envuelve una clase de insatisfacción que nos frusta más que nos enseña. Es la frustración un mal muy extendido en el ser humano y más entre los que ya alcanzamos a peinar cuantiosas canas. Tengo amigos que se sienten frustrados ya sea porque no han alcanzado ese nivel u objetivo profesional que se "marcaron" como vitales, ya sea por la inconstancia en lo sentimental que también lleva añadido una gran dosis de egoísmo que nadie quiere admitir, ya sea porque no se han cumplido esos sueños que tenían cuando sus vidas en verdad eran puro sueño.
"Vísteme despacio que tengo prisa" no va con nosotros pues creemos que por mucho correr, mucho mirar la hora, muchas reuniones, que en verdad no sirven para nada, muchas obligaciones, muchos cargos, muchas responsabilidad, muchas actividades programadas para cuando se está libre, mucho de todo menos lo que en verdad nos hace falta.
Tiempo para Dios.
Tiempo para ti.
Tiempo para tus seres queridos.
Tiempo para Amar.
Tiempo para soñar.
Tiempo para el sosegado silencio.
Tiempo para la tranquilidad.
Tiempo para olvidarte de las prisas.
Tiempo para cuidar la salud de alma y cuerpo.
Tiempo para pasear, leer, escuchar música, practicar deporte, conversar, vivir...
Tiempo...
Sí, vamos demasiado deprisa buscando de forma desesperada ganar horas al día mientras nos olvidamos de todo y de todos para al final darnos cuenta que hemos perdido un tiempo que nunca se volverá a recuperar.
¡Feliz miércoles!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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