viernes, 10 de julio de 2015

desde el tren. 9 de julio.


Buen día nos de Dios.
El otro día esperaba en una cola de una oficina para que me atendieran, delante mía al menos cinco personas hacían lo mismo que yo: ¡Esperar!
Había una señora mayor que al poco fue revelada por su hija. Una sustituyó a la otra y todo desde la más absoluta normalidad pues no había cambiado. absolutamente nada.
La señora que tenía detrás mía empezó a protestar por ese hecho dirigiéndose a mi a lo que le contesté que la hija había sustituido a su madre dentro de la más normalidad. Después de replicarme varias veces le dije con tono suave y educado que no me iba a enfadar por eso y como siguió protestando le dije que había que vivir la vida con más alegría.
¡Y es que nos falta alegría y nos sobra ofuscación!
En una sociedad que va demasiado deprisa, tan vapuleada por todo y todos hemos perdido la educación, el saber estar, la alegría y el buen humor. 
Todos vamos circunspectos y agobiados por la vida y hasta lo más simple nos desborda.

Nos hemos metidos solos en demasiados embrollos en honor de nuestra propia codicia que ahora, cuando pintan flacas, a nosotros nos pintan mal y en vez de asumir nuestra parte de culpa dirigimos el dedo acusador de nuestras propias desgracias hacia los demás.
Creo que a esta alturas todavía no nos hemos enterado que no es más rico quién más tiene sino el que menos necesita.
Y ahora; precisamente, hay que poner alegría a nuestra vida a pesar de la dificultad. ¿Qué no es fácil? ¡Ya lo sé! Pero al menos habrá que intentarlo.
El asumir cada día que amanece como un privilegio, un regalo de Dios y pensar que en vez que hay muchos mejor que nosotros podríamos recordar a los que se encuentran en peores circunstancias y eso no es conformismo sino asumir la propia realidad.
Ofrezcamos a los que nos rodean, que es nuestro mundo particular, nuestros brazos, nuestro apoyo, nuestra mesura, nuestra alegría y nuestra clara sonrisa porque nos hace mucho bien y también nosotros lo hacemos.
Ahora me voy con Jesús al Sagrario que es dónde se reconforta mi alma y entiendo lo que es la verdadera alegría. 
Cojamos con fuerza, con fe y con alegría nuestra cruz y seguro que nos será más llevadera.

Quiero dedicar esta reflexión a mi querido Jesus Cruz Foncubierta en su día. ¡¡Muchas felicidades!!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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