domingo, 5 de julio de 2015

desde el tren. 4 de julio.



Buenos días Villaluenga.

Buen día nos de Dios.

No os puedo explicar una razón lógica del por qué me gusta el verano. Será porque soy hombre que aprecia más la calidez que la frialdad aunque debo reconocer que he aprendido a amar al frío desde que vivo en este bendito pueblo de Villaluenga del Rosario.

Calidez y frialdad.

Existe demasiada frialdad en un mundo tan desordenado como el que estamos instalados, existen demasiadas barreras impuestas por nosotros o por los que tenemos enfrente, existen demasiados rencores, opiniones malinterpretadas que a fuerza de pasar el tiempo se convierten en irreconciliables ofensas. 

Existe mucha desconfianza, porque empezamos que nosotros mismos no la tenemos, existe demasiado mirar al otro con interrogantes, existe demasiada envidia, demasiado inconformismo pernicioso, existe demasiados intereses, demasiadas ganas de hacer "mi" voluntad, demasiado desapego, demasiado énfasis en querer destruir al que nos hace sombra, demasiado odio, rencor que nos lleva a la infelicidad.

Sí, existe demasiada frialdad que no tiene nada que ver con que haga frío o calor.

¡Hace falta dotar de calidez a nuestras vidas, a nuestras existencias!

No hay nada mejor que saludar a una persona mirándola a los ojos con un beso, un apretón de manos o un fuerte abrazo. No hay nada mejor que sentir que el otro también existe y que tiene sus problemas, sus preocupaciones, sus miedos, sus inseguridades...

Tenemos que dotar a este "mundo-nevera" de la calidez del sol que ahora nos alumbra en lo más alto del cielo y que aquí en Villaluenga parece que lo tenemos ciertamente a mano.

Poner confianza donde existe desconfianza, cercanía cuando la lejanía se ha impuesto, hablar cuando alguien se sienta ofendido por algo y que al final no es nada de lo parecido, gratuidad y generosidad ante la envidia, el egoísmo, desapego. Debemos enaltecer y alabar a quienes hacen bien las cosas y ayudar a los que no sepan porque en esta vida no debe haber contrincantes sino amigos y hermanos. Debemos dar calidez a nuestras vidas y a la de los demás interesándonos por sus cosas, preocupándonos por sus problemas, caminando junto al que lleva el paso cambiado, reír con sus alegrías, llorar con sus tristezas, consolar en su dolor.

Sí, es mejor dar calidez al mundo y a los que nos rodean a diario porque en esta vida como en todo es mejor actuar en distancias cortas que desde la lejanía de la cumbre helada que nos aparta de la realidad y nos hace insensibles al calor de la humanidad.

Calidez mil veces que frialdad que es la que sentimos cada vez vamos a rezar a Jesús en el Sagrario, que oramos en el silencio de nuestros propios silencios o cuando comulgamos su bendito Cuerpo que nos calma en cuerpo y espíritu.

¿Y tú que prefieres?

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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