Buen día nos de Dios.
¡ Qué bien nos conoces Señor!
Bien sabes que cuando los intereses, las prebendas, el prestigio o el poder por el poder anida en nuestros corazones somos capaces de vender nuestras almas al mejor postor con el fin de conseguir nuestros afanes.
Qué pobres somos cuando somos capaces de ofrecernos como vulgares mercancías.
Una vida sin fin es el fin de la vida.
Reconozco que mi fin es Dios pues aplico la frase antes expuesta a este esencial principio: Una vida sin Dios es el fin de la vida.
Jesús nos dice, repite y reitera que "los primeros serán los últimos y los últimos los primeros".
Si lo aplicamos a nuestra vida podemos decir que es el principio del fin de nuestra propia vanidad.
Creo que el llevar a cabo esta primordial recomendación de Jesús se hace por la propia condición humana o por experiencia de vida aunque algunos no quieran hacerle caso en su diario caminar.
Ahora, en la medianía de mi vida, prefiero la última bancada y la total ausencia de protagonismo porque para mí el principal protagonista es Dios y mis queridos hermanos en los cuales veo la eterna mirada del Señor.
Todo lo que me aleje del Él simplemente no me interesa.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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