Buen día nos de Dios.
¡Sígueme!
¿Cuantos nos exhortan todos los días con esta proclama? ¿Cuántas veces hacemos caso del primero que llega para ofrecernos la felicidad? ¿Cuántas decepciones nos llevamos a diario por haber confiado en tantos?
¡Sígueme!
¿A dónde? ¿Por qué? ¿Con quién?
Es verdad, estamos demasiado escarmentado para creer que existe la plenitud porque nos han engañado demasiadas veces.
Hemos puesto toda la carne en el asador para perseguir lo finito, lo terrenal, lo que se acaba que andamos hastiados, asqueados y tremendamente desconfiados.
Poseer lo material como forma de vida es vivirla de forma efímera y sin sentido.
¡Sígueme!
¿Por qué al escuchar esta llamada, esta invitación, el corazón me arde hasta llegar a inundarme de amor?
¡Sígueme!
Escuchar esta palabra hace que mi alma se alegre y no sienta ni dolor, ni padecimientos porque todo cobra sentido, todo queda explicado. Es la mejor de las medicinas sin haber tomado ninguna pastilla.
¡Sígueme!
Y veo a Jesús con una sonrisa con los brazos abiertos que me está haciendo la invitación más importante de mi vida.
¡Sígueme!
Sí, Señor. Te sigo donde haga falta pues te necesito y como te dijo Pedro: "Tú sabes que te Amo".
¡Feliz viernes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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