Buen día nos de Dios.
"Este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre, que será entregada por vosotros", nos dice Jesús en la instauración de la Eucaristía en lo que es su entrega para permanecer junto a cada uno de nosotros por siempre.
¡Qué afortunado somos y que poca atención prestamos a lo que debe ser el mayor acontecimiento de nuestra vida!
Porque a ver, ¿Qué puede haber más importante que albergar el Cuerpo de Jesús en el nuestro?
Pero este antes de recibir al Señor tiene que prepararse, acondicionarse, poner buenos cimientos y levantar sólidos muros que aguanten ese tejado que nos resguarde en todo tiempo y lugar.
Desde que recibimos el bautismo ya pertenecemos a Dios y cuando recibimos la primera comunión podemos albergar al mejor de los invitados porque para muchos Jesús no es dueño sino invitado que viene de visita pero no queremos que se quede pues supone un trastorno que afectaría a nuestra comodidad.
Seamos conscientes, coherentes y entregados cristianos haciendo nuestra forma de vida la Palabra. Demos culto a Dios con la entrega constante a los demás que siempre están ahí y que aunque parezca que no pasa nada suelen ocurrir muchas cosas que no nos damos cuenta porque si nos entregamos donando la vida por la misión encomendada puede que en el fragor diario se nos escapen detalles que pueden causar algún desasosiego.
No hagamos el mal. Se acabaron las habladurías, cotilleo, ser mal pensados, ocultar lo innoble que atesoramos para dejarlo en el cómodo olvido sin enfrentarnos hasta llegar a vencerlo mediante el arrepentimiento y el necesario Sacramento de la Penitencia.
Este último es el mejor jabón para el alma porque limpia, brilla y da esplendor por medio del Perdón de Dios.
Ya tenemos nuestra particular casa preparada y limpia para recibir no al invitado sino al dueño y señor de de la misma: Jesús.
Él quiere quedarse para siempre con nosotros aunque espera a que nosotros también lo deseemos.
Ahora dentro de unos minutos me postraré ante Jesús en el Sagrario como siempre, como todos los días, y le diré con el cuerpo y alma: ¡Aquí estoy Señor para hacer tu Voluntad.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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