Buen día nos de Dios.
En estos días y durante el mes de mayo se están celebrando las ceremonias de las Primeras Comuniones.
Niños y niñas que han sido debidamente preparadas por sus catequistas van abrir su cuerpo y su corazón a Jesús por medio de Su Cuerpo hecho Eucaristía.
Todos lo harán con ilusión aunque algunos más que otros sabrán lo que en realidad están haciendo porque simplemente han sido educados en la fe por medio de sus padres, abuelos, mayores...
Otros también lo harán y será importante para ellos aunque no piensen en este momento lleno de trascendencia sino en la fiesta que está por venir, los regalos que les entregarán y el famoso viaje que harán.
Porque desgraciadamente la Primera Comunión ha dejado de ser, para una mayoría, en un momento importante para lo que significa nuestra Fe y Amor en Jesús y se ha convertido en un puro y duro acto social más propio, también impropio, de una boda.
Pero la culpa no es de los niños, que son los que están intoxicados, sino de un mundo que no gira para nada en torno al Señor, unos padres cada vez más alejados de sus creencias y de la Iglesia a la que dicen no comprender porque no hace lo que ellos quieren que hagan. Es decir, todos los que están alejados de Dios y de la Iglesia lo están porque quieren acomodar a estos a sus apetencias haciendo de la Iglesia una a su medida como si de un sastre se tratara.
Muchos de los niños que hoy reciben la Primera Comunión es por voluntad de los abuelos que en este periodo del Siglo XXI se han convertido en los garantes y transmisores de la Fe.
Mi niñez no es extrapolable con la actual ni así lo pretendo aunque si puede decir que era más pura, más inocente, menos interesada. Recuerdo que hice la Misa de mi Primera Comunión se celebró a las nueve de la mañana. Después de entregar las recordatorias a nuestros amigos y la escasa Familia que había asistido guardando un sepulcral silencio en la Iglesia Vaticana de San Francisco de San Fernando, me fui a ver a mis familiares que no habían podido venir a la Iglesia por enfermedad o achaques. Almuerzo, normal y corriente, en mi casa del Carmen con mi tía Antonia y mis primas Lourdes, Mariqui y Manolo así como mi madre, mis hermanos y Tata. Cómo extraordinario una tarta de merengue y chocolate de "La Victoria" para finalizar el día con un paseo por El Puerto de Santa María donde los hermanos nos divertimos jugando.
El primer día que recibí a Jesús en mi cuerpo fue muy importante para mí y también fue lo principal porque lo demás fue pasar un día eminentemente Familiar.
Con el tiempo, con el pasar de los años, con la madurez de tu vida si que valoro en toda su importancia y trascendencia ese primer momento que Cristo entró en mi porque os lo digo sin ningún tipo de exageración: Para mí cada vez que comulgo siento mi corazón latir de otra manera y como me arde de Amor hacia Él reviviendo la inocencia y el nerviosismo de ese sábado de mayo de 1979 a las nueve de la mañana y en la Iglesia Vaticana y Castrense de San Francisco de mi querida Isla de León recibí por vez primera a Jesús hecho Eucaristía.
Sé del encomiable trabajo catequético que hacen las personas que preparan a los niños para este Primer Encuentro con Jesús, sé de las horas que echan, los sacrificios, lo que dejan en el camino para hacer que otros inicien ese Camino de Fe y Salvación. A todos ellos mi admiración y cariño.
Y sé que hoy, como muchos más días, muchos niños y niñas estarán recibiendo a Jesús por vez primera y rezo para que para muchos de ellos no sea la última, rezo para que sus padres lo acompañen en el necesario camino de la Fe, rezo porque no hay nada mejor que saberse abrazado por Jesús que siempre nos dice, y en estos días más que nunca, con voz alta y sincera: "Dejad que los niños se acerquen a Mí".
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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