miércoles, 7 de enero de 2015

desde el tren. 7 de enero. ¡...Y hace tanto frío a veces!





Buen día nos de Dios. 

¡ Hace frio! No descubro nada nuevo salvo que estoy helado. 

Cuando tenemos mucho frio nos acercamos a las fuentes que nos den el calor necesario para seguir hacia adelante.

Una chimenea, lo mejor sin lugar a dudas, la calefacción o un buen abrigo hace que el cuerpo vuelva a la vida.

Necesitamos calor cuando parece que nuestra vida es una nevera, cuando estamos congelados viene bien tomar un tazón de caldo bien caliente. 

El frío nos atenaza demasiado y nos hace nacer la apatía de hacer cosas nuevas. 

La sensación de frío se quita, la frialdad interior, en los sentimientos esa es muy difícil de quitar porque no hay fuente de calor que de calor al alma. 

Para calentar un corazón congelado es necesario que en el mismo vuelva habitar la alegría que da la esperanza. El sentirse querido, necesario, el saber que cuenta para los demás. Es sentirse amado porque un corazón sin recibir amor es un corazón frío y petrificado en hielo. 

Dios es el único que puede calentar el corazón más endurecido y arañado por el frío, Dios es el único que es Zarza ardiente que calienta y nos da Amor a raudales. Cuando somos depositarios de este inmenso caudal de abrasador Amor estamos capacitados y también obligados a esparcirlo a quienes tenemos junto a nosotros para que sientan en lo más recóndito de su ser lo que es la Alegría de sentirse Amado por nuestro Celestial Padre, lo que es tener el corazón caliente aunque tenga las orejas frías. 

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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