Buen día nos de Dios.
¿Qué harías si Jesús llamara a tu puerta?
Seguro que nos llevaríamos un impacto, nuestro corazón se desbordaría de sentimientos, nuestros ojos se humedecerían y los nervios saldrían a flor de piel.
Seguro que lo haríamos entrar henchidos de alegría y temerosos a la vez porque no todos los días viene el mismo Jesús ha visitarnos, se hace visible delante de nuestros ojos y lo podemos tocar como lo hacemos con el que tenemos al lado.
Repito la pregunta: ¿Qué haríamos si Jesús llamara a nuestra puerta?
Pensamos, nos imaginamos lo que es inimaginable para el raciocinio humano aunque en verdad Jesús siempre está llamando a nuestra puerta y ni siquiera le prestamos atención.
Lo hace cuando llama un necesitado pidiendo comida o dinero, cuando vemos a alguien triste y no lo consolamos, cuando sabemos que alguien está siendo perseguido y no nos ponemos junto a él y no somos capaces de defenderlo por eso "del qué dirán", cuando no escuchamos ni prestamos atención a nuestros ancianos, cuando no atendemos a nuestros hijos, cuando consentimos el aborto, cuando criticamos, injuriamos, despreciamos a los demás, cuando los marginados, transeuntes, pedigüeños son meras y molestas sombras que pueblan nuestras calles, cuando criticamos a los sacerdotes, no apoyamos a nuestros obispos, no respetamos a la Iglesia, cuando sospechamos de todos porque pueden hacernos daños a nuestros ¿legítimos intereses?, cuando conculcamos nuestra fe por "un plato de lentejas", por...
Nos dijo que cada vez que hiciéramos algo contra alguno de nuestros hermanos se lo estábamos haciendo a Él.
Y Jesús llama todos los días a nuestra casa para que en ella reine el Amor, la Caridad, la Entrega, el derecho a Vivir Libres en la Verdad... Lo hace por medio de la Palabra, del Evangelio, de una reflexión, de una meditación, de un artículo que nos acerque a su Bendita Persona, cuando comulgamos Su Cuerpo en la Eucaristía y lo hace cada vez que nos invita a visitarlo en el Sagrario donde nos espera para entrar hasta el fondo de nuestro corazón que no olvidemos es nuestra particular casa.
Y ahora, si Jesús llama a nuestra puerta ¿Seremos capaces de abrirle?
¡Piénsalo!
Quiero dedicar esta reflexión a mi buen amigo y hermano Rafael Montesinos Bohórquez en el día de su cumpleaños.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiendo.
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