Santísimo Cristo de la Serenidad
Buen día nos de Dios.
Señor, que se haga en mi según Tu Voluntad.
¿Cuando le dirigimos estas palabras al Padre realmente sabemos lo que estamos diciendo, a lo que nos comprometemos?
Es como cuando estamos ante Jesús en el Sagrario que muchas veces las prisas hacen que no alcancemos a valorar la grandeza tan sublime que tenemos delante de nuestros ojos.
Decir a Dios que se haga en nosotros su voluntad es aceptar el plan que el tiene predestinado para cada uno.
Que se haga en mi los momentos de alegría, de ilusión, de esperanza, de trabajo, cuando somos inmediatamente felices y nos sentimos plenos y realizados.
Pero también la desolación, la tristeza, la amargura de la impotencia de ver tantas desgracias a nuestro alrededor, la enfermedad, la muerte, la soledad, la humillación, la persecución...
¿Todo somos capaces de aguantarlo si Dios hace su voluntad y se viven tantos lo bueno o lo menos bueno?
¿Estamos preparados para asumir lo que tenga dispuesto para nosotros?
Asumir la voluntad de Dios es entregarse confiadamente a sus brazos; es saber que Él nos guardará y resguardará cuando sopla temporal en nuestras vidas, nos dará discernimiento y capacidad de comprender por medio de la necesidad la que pasan nuestros hermanos que están junto a nosotros y seguimos sin verlos, es ser capaz de ver en la oscuridad y sentir la alegría de sabernos hijos amados de nuestro Padre Celestial en los peores momentos. Es ser sarmientos podados para dar fruto en la obra redentora del Señor.
Si, acojo con gozo todo lo que Dios tenga preparado para mi vida porque teniéndolo a Él, lo tengo todo.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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