Buen día nos de Dios.
Por desgracia el uso del saludo en la calle se ha perdido en casi todos los lugares menos en los pueblos que se han convertido en los garantes de la pureza y de las propias tradiciones.
Un saludo no es un simple intercambio de palabras es un gesto de cercanía y humanidad hacia los demás. Por eso duele tanto cuando alguien que tu quieres o has querido prefiere cambiar de acera para no saludarte.
Entre todos, porque nos corresponde, debemos tratar de humanizar el mundo dotándolo de corazón, de sentimientos y de emociones.
No podemos consentir que la frialdad que han impuesto los poderes que quieren dirigirlo todo cale en nosotros haciéndonos apáticos, fríos e insensible a todo cuanto nos rodea.
La calidez de una mirada, unas palabras de aliento, el abrazo sentido, el beso cómplice, una sonrisa permanente y un gracias hacen más que cualquier incentivo personal o profesional.
¡Y somos a veces tan miserables con nuestros gestos de cariño que parece que nos va a dejar arruinados cuando son gratis!
Apartemos de nuestras vidas la frialdad, la indiferencia, los malos gestos y actitudes porque no hacen bien a nadie y menos a nosotros mismos porque nos separamos de los que nos rodean y poco a poco nos vamos quedando solos sin remisión.
Qué nuestra vida sea como esos cálidos rayos de sol que calientan y alimentan nuestro espíritu como don de Dios que son.
¡Sed felices y haced felices a los demás!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
Quiero dedicar esta reflexión a mi querido José Antonio Medina Pellegrini en el día de su cumpleaños.
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