Buen día nos de Dios.
¡Qué nos gusta un día claro, un cielo azul sin ninguna nube y que podamos admirar el paisaje en toda su inmensidad!
¡Así debe ser nuestra vida!
Clara, diáfana, transparente, también inmensa.
Cada pecado es una nube que al final y a la larga nos trae tormenta.
Tropezar no es malo si después te levantas y haces lo posible para seguir caminando, lo malo es que sigamos tropezando sin poner de nuestra parte para corregir camino.
No nos debemos obcecar en redundar en lo pernicioso y que tanto daño nos produce y aunque nosotros creamos que nos reporta beneficios sólo nos traen serios problemas a la larga.
Cómo un cielo claro y sin nubes debe ser nuestra vida ante los ojos de Dios, de los demás y ante nuestra propia mirada que cuando nos vamos conociendo se vuelve en ocasiones tan crítica.
Cuando la Luz de Dios brilla en nuestras vidas, nos sabemos cobijar en sus brazos, entonces los nubarrones van desapareciendo y nuestra mirada transparente es el faro de una vida plena y llena.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo que Dios nos siga bendiciendo.
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