Buen día nos de Dios.
Aunque todos los días amanecen por igual, todos son diferentes.
Defiendo vivir la vida con intensidad, con entrega, desbordados en hacer feliz a los demás que es una forma muy concreta y especial de hacerlo contigo mismo.
Sin intensidad, sin la buena radicalidad, no se construye, no se vive, no se hace absolutamente nada.
Hay que ser radical en el Amor porque siéndolo así también es radical tu necesidad de Dios. Tenemos que ser radicales en servir a los demás y no poner continuas pegas: ¡Servir y nunca ser servidos!
Debemos ser radicalmente coherentes y consecuentes con nuestros principios y defenderlos por medio de la palabra, ya sea hablada o escrita, sin miedo al que dirán u opinarán lo que nunca dicen o hacen nada que puedan interferir en sus intereses o conveniencias.
Ser radicalmente alegres porque tenemos impregnada en nuestros corazones el Amor y la Alegría de Dios y eso nos hace ser personas con una sonrisa en la cara, un corazón ardiente y alegría contagiosa.
Debemos ser radicales a la hora de comprometernos en nuestras labores evangelizadoras, defendiendo siempre el bien de la Santa Madre Iglesia y dejando aparcados nuestros legítimos intereses.
Debemos ser radicales en el entendimiento de que Dios y la Iglesia deben ser servidos en la manera y forma que ellos quieren ser servidos.
Debemos ser radicales en dar felicidad, donarnos, entregarnos, a nuestras Familias porque son el suelo firme que nos sostienen.
Debemos ser radicalmente opuestos a los que viven y quieren imponer la radicalidad de las ideas que son destructivas y perniciosas. Donde haya ofensa se encuentren con nuestro perdón, donde haya violencia se encuentren con nuestra paz...
Tenemos y ser radicales en defender, y sobre todo vivir, en Dios y para Dios y así viviremos la una vida radicalmente opuesta a lo que los intereses de este mundo quiere para nosotros.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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