Buen día nos dé Dios.
¿Por qué cuando caminamos miramos para el suelo de forma constante? ¿Por qué nuestra vida en si tenemos como ese vago horizonte las baldosas de la calle, de la casa, de la cafetería o del metro? ¿Nadie mira ya a nadie? ¿Nadie mira al cielo? ¿Qué no está pasando?
Vamos por la vida demasiado abstraídos, con los pensamientos puestos en muchas cosas, con las ilusiones en aquello que en verdad nunca llega y mientras lo hacemos nos perdemos la vida, esos instantes que son tan inmensamente ricos en todos los aspectos. De tanto mirar para abajo nos perdemos imágenes que aunque puedan parecen iguales siempre son diferentes. Pero claro hay que tener la sensibilidad, hay que tener educada la vista para que capte al momento lo bello, lo inmenso, lo sublime...
Y sublime es ver la sonrisa de una abuela cuando detienes el paso para conversar con ella o reírte con las risas de los niños que juegan en una plazuela, o escuchar esa música que sale por una ventana o ese olor a comida casera que discurre por las rendijas de una puerta, o esa maceta con rosas que embelesan la vista y también el olfato o ese cielo siempre azul aunque esté nublado al que ves tras ese telar de plantas verdes y flores que hermosean todo...
Todo lo tenemos delante de nuestros ojos, todo está delante tuya, pero que nos cuesta no solo mirar sino admirar lo que nos rodea...
Nos admiramos con el futbolista que cuesta una millonada por el gol que marcó en no sé donde, nos admiramos con los que consiguen ser ricos a costa de los demás porque dicen que han conseguido sus sueños quitándoselo a otros, nos admiramos con lo que no es para nada admirable y somos demasiado rácanos con las verdaderas eminencias, con todo lo bueno y bello que nos rodea, con esos instantes que nos hacen de verdad felices sin costarnos nada porque simplemente no están en venta.
Miramos para el suelo porque caminamos con paso inseguro por la vida, por esta vida que hemos construido y que en la mayoría de los casos tan mal uso estamos dando...
Yo te invito a que detengas el paso y mires a cuanto te rodea, a cuantos te rodean, y entonces comproborás que no estamos solos en el mundo, que hay muchos que necesitan de nosotros al igual que nosotros de ellos, comprobarás que si miras con los ojos de la sensibilidad, de la belleza, todo cuanto te rodea seguro te sorprende.
Sí, por favor, para y déjate sorprender por esa cosa, ese instante, que te puede parecer nimio sin importancia y que seguro es uno de los mejores momentos, de los gratos recuerdos, que tendrás en la vida.
¡Feliz martes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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