jueves, 11 de octubre de 2018

11 de octubre. Cómo el mango de mi paraguas...

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Buen día nos dé Dios.
El mango de mi paraguas siempre apoya mi mano, siempre me ofrece descanso, me resguarda de la lluvia, de tantas tempestades que nos azotan a diario.
El mango de mi paraguas aunque pueda parecer reluciente está muy trabajado pues en el invierno duro es asidero de los mismos quebrantos.
El mango de mi paraguas descansa en mi descanso, se mantiene erguirdo, expectante y en alerta por si tiene que ser requerido en cualquiera de las maneras.
El mango de mi paraguas me afianza y me da fe de que tras el chaparrón no me habré mojado mucho pues no es lo mismo caminar una fina lluvia que con temporal de viento racheado.
El mango de mi paraguas siempre sufre las inclemencias, es como el mástil de un navío, que sujeta las mismas velas, y él lo hace con la tela impermeable que se muestra cual cúpula de protección.
El mango de mi paraguas me da lecciones de vida de servir siempre y en todo lugar aunque se encuentre deterioriado, viejo por las tormentas y los años, anticuado ante los nuevos que salen al mercado, pero él es nobleza, hidalguía pues todavía para protegerme tiene reaños...
Ya quisiera ser yo como el mango de mi paraguas tan servicial, tan dispuesto, tan augusto a pesar de los años que ni se queja cuando lo abro sin apenas haberle echado cuenta en los meses de verano, no me trata con la indiferencia que yo le he tratado. Me gustaría ser como el mango de mi paraguas siempre amable y confiado porque la vida sería mucho más bonita si todos la miráramos desde el otro lado...
Desde el lado del Amor, del Servicio entregado, del Perdón, de la Unión entre propios y también extraños, desde la Amabilidad, la sonrisa, el buen trato, la educación, el saber convivir, el ayudarse mutuamente, el ser apoyo, báculo, bastón de los que nos puedan necesitar.
Sí, me gustaría parecerme al bastón de mi paraguas porque así, desde la inmensa humildad, puedo servir más a Dios por medio de mis hermanos, ese prójimo del que tanto hemos escuchado hablar.
¡Feliz jueves!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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