jueves, 9 de agosto de 2018

9 de agosto. Calma tras tempestad.

La imagen puede contener: árbol, cielo, exterior, naturaleza y agua

Buen día nos dé Dios.
Antes que nada quiero daros las GRACIAS por todos los mensajes tan llenos de cariño a mi reflexión de ayer miércoles cuando decía que a pesar de los padecimientos que me aquejaban había que seguir hacia adelante siempre. Dicen que las penas con pan son menos y yo digo que los malos momentos junto a vosotros son más livianos, son más llevaderos.
Un dicho nos recuerda que después de la tempestad siempre llega la calma y además es una gran verdad. La tempestad de tempestades en las que estamos inmersos hace que nuestro navío surque el mar demasiado deprisa, sufra mucho y las velas terminen por rajarse. Cuando la tormeta pasa el mar queda calmo y una paz inunda todo saboreando cada instante como inmensamente necesarios e imprescindibles para nuestra propia vida.
Y esa tempestad de tempestades son todas las agresiones que sufrimos a diario por medio de estrés, por medio de todo lo que llevamos hacia adelante, por medio de tanta intoxicación que vicia cada rincón de este mundo el cual solo nos ofrece malas noticias y el único cambio que nos anuncian es cuando lo hace el tiempo.
Necesitamos Paz, necesitamos sosiego, necesitamos vivir en y desde la tranquilidad, necesitamos recomponernos y descansar, aislarnos e incluso no escuchar para poder coger fuerzas, reparar los destrozos, recomponer el velero, para que sigamos surcando los mares realizando la misión encomendada, la que llevamos impresas en el alma desde mucho antes de incluso nacer.
Solo Dios nos da esa Paz, solo Él nos ofrece el sosiego de vivir en y desde la tranquilidad. Quién está en sus Manos se encuentra seguro aún en la peor de las tempestades. Quien lo olvida, reniega y vuelve la cara se siente más triste, más infeliz, más frustrado, porque pone todas sus metas a conseguir con nuestros limitados conocimientos, con cada vez más debilitadas fuerzas y claro cuando todo se hunde en ese abismo negro y tenebroso nos acordamos de Dios pero no para salvarnos sino para echarle la culpa de nuestras decisiones, de nuestro voluntario abandono, de nuestra cobarde traición.
Por eso pienso que necesitamos vivir en Paz y hacerlo de la mano del único que nos la puede dar: ¡Dios!
¡Feliz jueves!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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