Buen día nos dé Dios.
En estos días de descanso y estoy llevando a rajatabla precisamente el descansar pues debo reconocer que hasta el pasado viernes había traspasado varios límites y mi cuerpo empezaba a notar todas las secuelas de un atroz agotamiento.
Para eso me dispuse en escribir poco o nada, actualizar Sed Valientes mínimamente, no estar atento al móvil, de hecho no tiene sonido, leer mucho, pasar mucho tiempo junto a Hetepheres, disfrutar de esos momentos que tanto me gustan así como dormir...
El lugar ya lo tenía, la que es mi Casa, mi Hogar, desde que hace año me enamorara de ella: ¡Villaluenga del Rosario! Un sitio idílico y paradisiaco, un remanso de paz y tranquilidad, un lugar que no ha perdido su esencia, donde todavía se mantienen esos lazos familiares que en otros sitios es tan difícil de encontrar, donde todavía un saludo tiene valor de saludo, de palabras de cariño, de conversación amena...
Ahora tenía que ser yo el que me pusiera manos a la obra para poder descansar. Fue como apagar el interruptor y la verdad que ha sido, está siendo, más fácil de lo que lo presuponía.
Todo en la vida, hasta aquello que creamos es más difícil, se puede conseguir con voluntad, decisión y constancia. Muchas veces abandonamos proyectos porque pensamos que no los podemos abarcar, porque nos produce hasta apatía el mover un solo dedo... No estamos volviendo muy flojos, nos están volviendo seres hastiados y llenos de apatía cuando tenemos un mundo maravilloso delante, cuando tenemos un día precioso que Dios nos ha vuelto a regalar, para hacer cuanto esté en nuestra mano y mejorar nuestra sociedad empezando por nosotros y por ese círculo íntimo que nos rodea.
Y ahora me voy a pasear a Enriqueta que me está dando con la patorra en el brazo como diciendo: ¿Y tú no estabas de vacaciones?
¡Feliz viernes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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