Buen día nos dé Dios.
Hoy 22 de agosto celebramos Santa María, Reina y Madre de todos por obra y gracias de Dios.
Me suelo fijar en los ojos de los que rezan ante María, ojos que buscan desesperadamente a la Madre pues en el Amor de una Madre nos cobijamos todos los hijos.
Una madre es capaz de dar su vida, de no comer, de desprenderse de todo, por ver feliz y protegido a su hijo. El Amor de una Madre es un Amor sin medida.
Todas las que han sido madres, todas las que sois madres, sabéis de la clase de amor desprendido del que estoy hablando, de lo que siente arder vuestros corazones ante la presencia de vuestros hijos, de que seréis madres por toda la eternidad porque ser madre o padre no es un título que se extinga con el tiempo.
Pienso que ser Madre es un don de Dios y también una vocación pues es entrega absoluta y a los ojos de este mundo tan egoísta podría ser hasta desmedido. Pero, ¿puede ser alguna vez desmedido el Amor?
Pues esa mirada de una madre es la mirada suplicante del hijo hacia nuestra Celestial Madre.
Sí, cuando María se muestra ante nuestros ojos, sea cual sea la advocación, sentimos esa ternura, ese cuidado, esa protección, que sentíamos cuando éramos chiquillos y nuestras madres nos acunaban entre sus brazos. El Amor de un hijo hacia su madre no entiende de años ni de fechas en el calendario. A lo mejor cuando somos pequeños no nos damos cuenta del inconmensurable Amor de nuestra madre hacia nosotros. Tenemos que crecer en años y en madurez para discernir y entender aunque algunas veces sea también demasiado tarde.
Cuando te falta tu madre queda un cicatriz siempre abierta en le corazón que nada ni nadie la puede cerrar, una cicatriz que te la recuerda, una cicatriz que te hace pensar con gratitud su ejemplo de vida para la tuya.
Ese ejemplo de nuestras madres es reflejo del Ejemplo de Vida de la Virgen María, Madre de Dios y de cada uno de nosotros, Reina de Cielo y Tierra, que nos acuna siempre, nos protege siempre, nos quiere siempre...
Bendita Madre, Reina de nuestras vidas, que tu Amor nos guarde cada día de nuestros días.
¡Feliz miércoles!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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