Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
¿Nos hemos fijado en lo que comemos? ¿Nos hemos dado cuenta de lo que nos alimentamos?
Con el transcurrir de la vida los productos que antaño ingeríamos no se parecen en nada a los que ahora tomamos. La leche no sabe a leche, los tomates no saben a tomate, el aceite no sabe a aceite, la carne no sabe a carne, los pollos no saben a pollo... ¿Por qué? Pues porque en aras de una mayor producción y mayores beneficios se ha optado por reducir coste de alimentar a los animales y abonar las plantas con productos naturales saturándolos de porquerías.
Esto es una realidad y los que ya llevamos años en este camino llamado vida sabemos que antes todo nos sabía a todo y ahora casi todo lo que ingerimos tiene el mismo ínsipido sabor a nada...
Hoy he desayunado en mi casa, en la Atalaya, un rebanada de pan hecho en horno de leña de la Panadería Nuestra Señor del Rosario, regado de aceite oliva virgen puro y un café bien cargado. Esto hoy en día, con todo natural, sin conservantes ni colorantes es un lujo, un privilegio, no solo para el paladar sino para nuestra salud.
Lo mismo nos pasa con nuestra vida de Fe, con nuestra vida espiritual, con nuestra relación con Dios. Él es el mejor de los alimentos, en Pan de Vida, que nos protege, alimenta y salva. Lo sabemos y además somos consciente de ello. Entonces, ¿Por qué preferimos no tomarlo, no alimentarnos, no saborear lo que es en definitiva nuestra salvación? Ponemos aditivos a nuestras vidas cuando lo verdaderamente bueno está muy cerca de ti, esta cualquier Iglesia de este gran-pequeño mundo.
¡Tu decides!
¡Feliz domingo!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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