Buen día nos de Dios.
En una sociedad donde lo que se reinvindica y se potencia el individualismo, el acaparar solo para uno, la defensa a ultranza de mi Yo antes que los demás, el parecer y aparentar antes que ser, en un mundo demasiado alejado de toda trascendencia que haga que nuestra vida sea sublime y plena, cuando la manada lo que quieren es arrinconarnos en ese arcén donde la soledad es simplemente quedarte solo, cuando todo eso pasa Dios pone en tu vida a los verdaderos amigos.
Un verdadero amigo, hermanos del alma, son los que sabes que están siempre ahí aunque no los veas muy a menudo, los que te ofrecen esa mano necesaria, ese hombro para llorar, un pañuelo para secarte el sudor, te ayudan a coger la mochila cuando está tan cargada que el peso se hace insoportable, que te acogen en su hogar haciendo ver que es una ampliación del tuyo.
El buen amigo es el comparte contigo risas, alegrías, satisfacciones y se enorgullece de todo lo bueno que te pase aunque cuando lleguen los malos momentos cuando hayas tropezado, no tres veces como Cristo, sin tres mil veces y todos los que estaban a las maduras te hayan abandonado y gires la cabeza taciturno, triste y lleno de melancolía encuentras su mirada y su brazo y te dice sin pronunciar palabra: ¡Anda, levántate que tenemos que seguir caminando!
Soy de los que considero que tengo buenos amigos, verdaderos hermanos del alma, y que están conmigo a las duras y las maduras pero como son selectos también no son numerosos porque como el buen perfume el Amigo se condensa en frascos pequeños.
Y el mejor Amigo es el que nos espera todos los días en el Sagrario que ese es el que siempre está y nunca, nunca nos falla.
La foto que ilustra esta reflexión es la imagen de la buena amistad, de lo que es un verdadero amigo del alma, de los que no se cambian ni por todo el oro del mundo porque no hay nada que pueda pagar lo que no está en venta pues es un regalo del Señor.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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