sábado, 28 de marzo de 2015

desde el tren. 28 de marzo. ¡Un necesario apagón!




Buen día nos de Dios.

Llevo tan solo un día de vacaciones y mi mente ha desconectado de todo lo que me estaba intoxicando y hacían que caminar se hiciera demasiado pesado.

Cuando llevas las alforjas llenas de piedras propias hay que pedirle al Señor que te ayude a sobrellevar el camino y cuando esas piedras te la ponen los demás con palabras, gestos y hechos que vician el aire que respiras tienes que pedir a Dios que te ayude a dar un necesario paso hacia adelante para ver todo con más claridad y hacer lo que tengas que hacer pues Él está por encima de todo y de todos.

Tan solo un día he necesitado para desenchufarme de lo que me estaba perjudicando. Es la sensación que tienes cuando estás en el ordenador y se corta la luz.

Todos necesitamos un APAGÓN.

Apagón a la manipulación interesada, apagón a los mensajes viciados que hacen poner en tu boca lo que no quieres decir, apagón a todos esos comportamientos que nos llevan a alejarnos de Dios, de la Santa Madre Iglesia, de nuestras propias Familia, apagón a los desaires, humillaciones, persecuciones, amenazas..., apagón de todo lo que redunde en causar daño, interesadamente o no, a otra persona, apagón de todo lo que intoxique mi corazón para ser capaz de ver donde no hay luz.

Y apagón para dejar las piedras de esa imaginaria alforja que obstaculizan el ser por y para Dios.

Os dejo hoy, Sábado de Pasión, una oración que tengo muy presente en mi vida: La oración de la serenidad.

Dios, dame la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar;
Valor para cambiar las cosas que puedo; y sabiduría para conocer la diferencia.
Viviendo un día a la vez;
Disfrutando un momento a la vez; 
Aceptando dificultades como el camino a la paz;
Aceptando, como hizo Él, este mundo pecador tal como es, no como yo lo tendría;
Confiando que Él hará bien todas las cosas si yo me rindo a Su voluntad;
Que yo sea razonablemente feliz en esta vida y supremamente feliz con Él
Para siempre en la próxima. Amén.

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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