domingo, 16 de noviembre de 2014

desde el tren. 16 de noviembre.





Buen día nos de Dios.

¡Feliz Domingo Día del Señor a todos vosotros mis queridos y buenos hermanos!

La foto que hoy ilustra esta meditación es muy significativa pues en ella se vislumbra lo que hoy quiero compartir con todos vosotros.

¿Miramos la vida de reojo o la afrontamos a cuerpo descubierto?

La segunda opción es la más deseable cuando hablamos en términos de coherencia máxima de nuestra particular existencia y la primera aunque no es demasiada aconsejable algunas veces tienes que adoptar esta actitud debido que así debemos contemplar lo que nos sobra, no nos interesa, nos intoxica e hiere.

Salvo en este caso en concreto creo que en nuestro caminar diario no deberíamos mirar la vida y sus circunstancias de reojo y menos escondidos tras los muros y paredes de nuestras casas porque eso es lo fácil, lo asequible, los que nos hace uno más de ese montón a los que no le están permitido pensar y ni siquiera existir. 

A la vida hay que mirarla de frente aunque por hacerlo salgamos con algún rasguño de más, la vida es tan intensa, tan bonita, tan apasionante que si perdemos un solo minuto escondido tras el muro que nos separa de la misma estaremos perdiendo instantes, que pueden ser que no nos gusten en demasía, que no volverán a repetirse.

Tanto lo bueno como lo malo es distinto cada día y de todo se aprende con todos se aprende. 

La vida debe ser silencio y quietud, oración y plegaria, así como compartir, amistad, sentimientos, entrega y amor hacia los demás, los que nos rodean, los que están aquí junto a nosotros y que puede que ni conozcamos pero es que la vida en si también es compartir. 

Creo que aunque a veces puede estar aconsejado el "mirar de reojo" a nuestro existir nos para nada provechoso porque nos estaremos perdiendo una parte de la historia de nuestra particular vida que no volverá a producirse y dejar nuestro camino con algunos baches no es la mejor solución.

Hoy domingo disfruta del Señor Eucaristía, del encuentro entre hermanos en la Santa Misa, de compartir tu vida con los demás dejando el necesario hueco a Dios para que se acople a nuestros corazones.

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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