sábado, 15 de noviembre de 2014

desde el tren. 15 de noviembre.




Buen día nos de Dios.

Después de un día gris viene un cálido y soleado. Después de días malos vienen otros buenos, después de las tristezas se llegan a vivir las alegrías desde otra dimensión, después de las lágrimas de dolor las suelen limpiar las lágrimas de alegría.

Ni todo es negro, ni todo es blanco, la vida, la nuestra, la de todos, está llena de matices, de colores que son nuestras vivencias, nuestras experiencias que hacen de cada día único y sobre todo irrepetible.

Cuando nos levantamos cada mañana nuestro cuerpo y nuestra mente no están iguales que el día anterior porque cada día es distinto también para nosotros. Algunas veces lo vemos todo con los ojos de la desesperación, de la angustia, de la desesperanza, de la tristeza y otros desde la ilusión, desde la esperanza, desde la alegría, desde el coraje y la fuerza para salir adelante aunque cueste y mucho.

Suele pasar que cuando pasamos momentos vivenciales extremos donde nos topamos con la realidad cambia nuestra percepción de todo, le damos más sentido a nuestra vida, a las personas que nos acompañan, a lo que hacemos a diario, recordamos de otra manera a los que se han ido, a los que marcharon y compartieron con nosotros tantos momentos...

Una enfermedad, el dolor de la muerte, es necesario sentirla para darle verdadero valor a nuestro día a día, a lo que hacemos, con compartimos nuestra vida y sobre todo el por qué de tantas situaciones que pasan por delante nuestra y en la mayoría de las ocasiones ni percibimos su sentido ni su significado.

Hay día que nuestros ojos ven nublados aunque el sol reine en el cielo y otros que sentimos el calor de la luminosidad aunque todo esté encapotado y la lluvia arrase nuestras casas, campos, pueblos y montañas.

La vida hay que vivirla como es y no como a nosotros quisiéramos que fuera y debemos hacerlo con infinita ilusión, con desbordante pasión, con inmensa responsabilidad, con buenas dosis de alegría y esperanza aunque en nuestros corazones luzca el sol, llueva, nieve, un frío gélido arrase o un cálido sol nos ilumine. 

El ser felices no depende de nadie sino de nosotros mismos y por supuesto de Dios que es el que nos da su mano para que caminemos con paso seguro por los numerosos senderos que nos llevan al Camino.

Esta reflexión diaria, de la mañana de hoy sábado, quiero dedicársela a dos buenos amigos como son José Manuel José Miguel Córdoba Mariscal e Irene porque de esta forma quiero rendirles mi "particular" homenaje en unos días no demasiados soleados.

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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