sábado, 18 de octubre de 2014

desde el tren. 18 de octubre. ¡Dejemos a los niños ser niños!



Buen día nos de Dios. La amanecida en Villaluenga ha sido de postal.

Ahora se escucha las voces de la chiquillería que juega y compiten a su manera haciendo deporte. El silencio es más silencio si de vez en cuando se ve interrumpido o perturbado por la alegres voces de los niños.

Tenemos que hacer todo lo posible por defender la integridad, la dignidad, el ser de los niños para que vivan todos los pasos que tiene la vida de forma natural, sin estridencias, intoxicaciones y también manipulaciones.

Siempre se ha dicho que la cultura se aprende en la escuela y la educación en la Familia. Ningún poder tiene poder para trastocar lo que es natural.

Los niños son el presente y sobre todo el futuro de nuestra vieja y oxidada humanidad, los niños representan la inocencia, la inmensa credulidad, lo tierno y por lo que merece levantarse todos los días para luchar con nuestras obligaciones porque es nuestra responsabilidad dejarle el mejor de los mundos posibles.

Los niños son Vida aunque algunos se hayan propuesto acabar con los primeros y con lo segundo por un caduco y finito interés electoral. ¡Quién hace daño a un niño, haya nacido o no, lo pagará en este mundo y sobre todo cuando se ponga delante de Dios! 

Los niños representan el sublime amanecer de cada día mientras la imponente y también decadente atardecida se asemeja más a la vejez. ¡Todos son necesarios porque a todos nos quiere Dios!

Hoy le dedico esta reflexión íntima y personal que comparto con vosotros ante los ojos del Amor de Dios a los niños que son fuente de vida y pureza que tanto necesitamos para afrontar nuestra particular realidad, nuestro día a día.

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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