Buen día nos de Dios.
En este mundo donde las apariencias valen más que lo íntimo e importante. El estar o el parecer debe prevalecer sobre el ser. Las medallas y los honores cuentan más que la dignidad de la persona donde el famoso dicho del "tanto tienes, tanto vales" se aplica como fuerza de ley, en un mundo cada vez más perdido con tantos mensajes encontrados, diferentes, dañinos, incongruentes nosotros debemos mirar hacia lo alto y hacia lo escondido que debe significar tener a Dios en nuestro corazón.
Soy peregrino, lo soy de este mundo y también del Camino de Santiago, y lo que más me admira del Camino es que todos tenemos una meta, un fin, como todos los que profesamos la misma fe que es llegar a Dios, que el recorrido es tan largo o tan corto como el Señor nos tenga preparado y donde todos somos iguales: ¡Peregrinos de Dios con la mochila de nuestras vidas encima de los hombros! En el Camino hay médicos, profesores, altos directivos, funcionarios, obreros, amas de casa, personas que no tienen ocupación, pero no existen las clases sociales que diferencian todo y tanto daño hacen sino que todos somos hermanos peregrinos unidos por medio del Camino que es lo mismo que decir la fe.
Esa grandeza que se respira en el Camino de Santiago donde ponemos en práctica las Obras de Misericordia, donde estamos todas a una con nuestra meta y nuestro fin que es el Señor deberíamos extrapolarla a nuestro día a día y aunque algunos estén en despachos y otros subidos a andamios, unos estudien o estén al cuidado de sus casas todos tenemos una importancia vital porque todos tenemos un inmenso caudal en nuestras manos: El de ser hijos de un Dios que nos Ama con locura y que nunca nos abandona, que nos quiere por quienes somos y no por el puesto que ocupemos.
Somos peregrinos y lo seremos siempre mientras estemos caminando por este terruño llamado vida.
Esta reflexión diaria se la quiero dedicar a mi buen hermano Leo López en el día de su cumpleaños. Él me entiende lo que hoy estoy compartiendo con vosotros porque es un peregrino que lleva en el corazón grabado a fuego el serlo.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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