jueves, 20 de diciembre de 2018

20 de diciembre. Soy hospitalario y abrazo mi Cruz.

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Buen día nos dé Dios.
Esta imagen la veo todos los días en mi horario de trabajo, justamente esta imagen y no hablo de fotografías en cuestión.
Una imagen en la que se puede ver el momento en el que juro como Caballero Hospitalario en el Capítulo de San Juan Bautista celebrado el 18 de junio de 2011 y justamente delante una cruz que fue regalo de María del Carmen a su hermana Hetepheres hace también bastante años pues la primera hace ya mucho que murió. En la piedra de esta Cruz con tanta historia y tanto cariño está pegada una hojita de los olivos milenarios del Getsemaní y que pude coger con mis propias manos ya que fui la persona encomendada para ello cuando el Franciscano encargado del mismo me otorgó este inmenso privilegio para después repartirlo entre los miembros de la peregrinación que iba dirigida espiritualmente por el sacerdote sevillano D. Manuel Orta Gotor.
Una sola imagen, dos elementos, y muchas vivencias en tornos a ellos...
Esta imagen me recuerda que todos los días de mi vida tengo que intentar ser hospitalario con mis hermanos, con los desfavorecidos no solo en lo material sino también los que sienten muchas carestías en su vida personal, espiritual, emocional... Nos fijamos en los que no tienen un lecho donde guarescerse, en los que tienen hambre, y es bueno que lo hagamos porque existe mucha pobreza, demasiada pobreza, en el mundo y no hay que irse muy lejos para encontrarla ya que está a la vuelta de la esquina.
Pero también existe una pobreza muy dura que la puede tener cualquiera de nosotros: ¡La pobreza de espíritu! Los que sienten un vacío en lo emocional, los maltratados que son despreciados hasta hacer que su estima se destruya, los eliminados por ser coherentes con sus creencias, con su opinión, con su propia coherencia y se sienten apartados de todo por parte de esos que miran y apartan la vista ante las injusticias de los demás. Existe una pobreza en sentimientos de los que aman y no son correspondidos, de los que sufren en silencio esa clase de soledad por muy acompañado que puedas estar, los que han sufrido la traición de los que confiaron en su día y ahora se desangran por dentro...
Estos casos de pobreza anímica, espiritual, emocional abarca a una gran cantidad de personas, de hermanos nuestros, de ese prójimo que solo escuchamos hablar en el Evangelio...
Por eso tenemos que ser hospitalarios sin olvidarnos de nuestra Cruz pues apoyándonos en ella, rezando junto a ella en nuestro particular Getsemaní, podremos sacar fuerzas de tantas flaquezas para seguir trabajando por los demás, amando al prójimo que es la mejor forma de amar a Cristo, Señor nuestro.
Y ese agarrarme a la Cruz para desarrollar mi diaria misión es mi forma de servir a la Iglesia que siento como Madre pues esta me siento reconfortado, tranquilo, uno más...
¿De qué me sirve el lucir un exterior muy "bonito", muy majestuoso, si en mi interior hay mucho que barrer, mucho que limpiar? Y esa limpieza la tenemos al alcance con el Sacramento de la Penitencia que es el gran olvidado, el que todos quieren olvidar... Está en la Eucaristía como alimento vivificador que nos nutre y sana de nuestras podredumbres, está la oración, la adoración, el vivir en modo de Dios.
Ser cristiano, ser católico, con corazón hospitalario es ser coherente en lo que dices, piensas y haces. Es creer desde la coherencia, es vivir en el Amor de Dios para poder transmitir ese Amor a todos sin excepción. Ser un cristiano, un católico con corazón hospitalario es saberse abraza a la Cruz de Cristo para como Él Perdonar y Olvidar porque haciéndolo así en el final de nuestros días recibiremos lo que hemos dado en Amor por parte de Dios que lo es de Cielo y Tierra.
Por eso, cada vez que aparto la vista de mis quehaceres observo esta imagen y pido a Dios que me siga bendiciendo con un corazón perdidamente hospitalario donde rebose Amor, Perdón y Misericordia.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
¡Feliz jueves!

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