Buen día nos dé Dios.
Cuando en la vida se va perdiendo esa pureza, esa autenticidad, nuestras propias raíces y nos vamos convirtiendo casi en seres mecánicos que hacemos lo que todos y por cada día que pasa pensamos menos, cada vez se siente menos arraigo por los lugares, por las personas, por las creencias, por la imprescindible libertad.
En un necesario ejercicio de observación, para eso es necesario pararse y observar con lo que ya estás haciendo algo distinto al resto, que es lo que ves por ejemplo en un centro comercial donde cientos de personas caminan rápido entrando y saliendo de tiendas con o sin compras en las manos. Sí, para muchos su momento de ocio y desconexión es meterse en un lugar atestado de gente con música que ensordece y aletarga la mente.
También podemos detener la mirada en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera a hora punta. Miles de personas caminando muy deprisa, con miradas perdidas, escuchando música, con auriculares hablando por el móvil o leyendo un libro electrónico sentado en un metro.
Por progresar hemos perdido el norte y ahora hemos entrado en bucle en un constante "vivo sin vivir en mí".
Todos son prisas, todo es estrés, todo es mirar continuamente el reloj pidiendo que no pasen las horas no porque el domingo se acabe sino porque el metro pasa en menos de tres minutos...
Todo es responsabilidad, obligaciones, asumir funciones fuera de tus funciones para ser más, para poder ostentar ese tramiento que te confiera una dignidad distinta, creemos que hasta superior, a la que tenemos como ser humano.
Por esta vida que es un continuo sinvivir sacrificamos tiempo al tiempo, sacrificamos familias, sacrificamos hijos, sacrificamos todo lo que haga falta pues somos nosotros las verdaderas víctimas de ese maldito sacrificio y cuando te quieres dar cuenta o eres demasiado mayor, estás enfermo o lo que es peor se conviertes en muerte en vida.
Dios te va ofreciendo razones que nosotros no queremos atender, no queremos prestar atención, no queremos cambiar de vida pues en verdad nos da miedo el solo pensarlo.
Reconozco que hace tiempo estaba dentro de ese laberinto pero el Señor me dio una segunda oportunidad y ahora disfruto de una vida que es vida en un pequeño pueblo, tomándome las cosas según vienen, teniendo tiempo para lo importante, deteniendo el paso para pensar, escribir, conversar, escuchar, callar y lo demás, lo que agobia, lo que exprime, lo que se te hace insoportable, me resbala como agua de un pantano.
Para vivir la vida tienes que saber cuales son tus imprescindibles.
¡Feliz miércoles!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario