Buen día nos dé Dios.
Hoy celebramos la Conversión de San Pablo y eso me hace traer una frase que se repite en mis sienes de forma casi constante. ¡Todo lo puedo en Aquél que me conforta!
Ahí radica la grandeza de la pequeñez del ser humano.
Solo cuando asumo con humildad que soy capaz de todo cuando Dios está conmigo es cuando el ser humano adquiere esa grandeza que lo hace "invencible" y que todo los frentes que tiene que asumir podrá realizarlos.
Porque si te pones en las manos del Señor tu corazón se aleja de la inquina, de la maldad, de lo que no hace bien al resto. Entonces lo que tengas que hacer, como viene de la mano de Dios, podrás hacerlo porque es misión en el Amor.
Cristo nos exhorta a todos los que lo seguimos que nuestra principal encomienda sea la de evangelizar, la de llevar la Buena Nueva que Él representa, a todos sin condición pues todos necesitan conocer la inmensa Alegría de lo que es ser y sentirse hijos de Dios.
Este camino de evangelizar con la palabra y con el testimonio algunas veces será diáfano y recto pero los más serán senderos llenos de vericuetos, empinados en cuestas y pedregosos donde tendrás que poner muy firme el pie en el suelo no solo para no resbalar sino para no caer sin remisión.
El que lleva la Palabra en un mundo sin palabra se convierte poco a poco en un proscrito, en un ser al que hay que eliminar del espacio público, al que hay que echar al arcén de la vida sin contemplaciones.
Dios siempre ha sido y será molesto pues es Verdad absoluta que nos hace Libres a los que en Él creemos y confiamos.
Por eso, en los días que uno duda de sus fuerzas, de sus capacidades, lo mejor es mirar a Cristo y decir a corazón abierto y de forma totalmente confiada: ¡Todo lo puedo en Aquél que me conforta!
Feliz jueves.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo
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