Buen día nos dé Dios.
Siempre buscando mi mirada, siempre haciéndose presente, siempre queriendo estar a mi lado porque le gusta, lo necesita... ¡Así es Enriqueta!
La primera que me recibe saltando de alegría, la que si me siente triste pone sus patorras en mis piernas y me da un lametón en la cara a modo de beso, la que no quiere ver a nadie a disgusto, la que demuestra su cariño con todos, la que te hace saber sus temores con una simple mirada.
En el tiempo que lleva con nosotros tengo que decir que me ha abierto un campo de visión que antes no tenía.
Yo siempre he sido más de gato. De hecho Pitufino decidió de pequeño quedarse en casa y hacer de ella su hogar. Aunque es más independiente y a veces hasta huraño siempre me ha demostrado un cariño e incondicionalidad sobre todo cuando he estado muy malito o cuando la tristeza anegaba mis sentires. Se ponía a mi lado y podía estar horas y horas. Otra forma de demostrar el cariño, el saber que está, el que te quiere.
No he hecho referencia a Enriqueta y a Pitufino por casualidad sino que ellos me dan toques de atención diaria porque cada uno a su manera me demuestran su cariño, sus alegrías, sus miedos, su apoyo.
Y nosotros, los seres humanos, los que estamos dotados de esa dignidad que nos confiere ser personas con racioncinio, que somos capaces de realizar lo mejor y también lo peor, que estamos educados, formados, decimos que creemos, ¿por qué nos cuesta tanto manifestar nuestro cariño, nuestro apoyo, nuestro afecto o incluso nuestros miedos a los demás?
¿Somos capaces de ir exultantes de alegría a recibir al ser amado como lo hace por ejemplo cada día la buena de Enriqueta? ¿Somos capaces de manifestar nuestro incondicional apoyo a esa persona que lo está pasando mal? ¿Somos capaces de decir que tememos y permitir que otros nos ayuden en nuestros miedos?
Nos estamos convirtiendo en seres solitarios porque hace ya mucho que nosotros abandonamos la idea de querer tener personas a nuestro lado. Convivimos con el resto del mundo pero no vivimos a ciencia cierta con los demás. El secreto es que no lo hay y todo radica en tener un corazón limpio y lleno de transparente Amor. El secreto que no lo hay es ser siempre uno mismo y no cambiar si estoy en este sitio, en este lugar o con alguien en cuestión.
Y si no somos capaces de hacerlo con nuestros semejantes tampoco se nos puede pedir que también lo seamos con Dios que es el único que nos ofrece su Amor, su Apoyo y está con nosotros en las alegrías y tristezas demostrándolo a cada instante.
Detrás de Enriqueta siempre me encuentro los ojos alegres de Hetepheres que también me recibe cada vez que llego...
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
Nota: Foto de esta misma mañana antes de ir a trabajar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario