martes, 7 de noviembre de 2017

7 de noviembre. ¿Por qué perdemos nuestras vidas en batallas perdidas?

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Buen día nos dé Dios.
¿Por qué perdemos todas nuestras fuerzas en batallas perdidas y somos incapaces de plantar cara a los que quieren acabar con lo que es importante?
Muchas veces perdemos fuelle por la boca ante situaciones que no llegan a ningún lado mientras escondemos la cabeza bajo el ala cuando nuestras creencias son mancilladas por propios y extraños.
En las redes sociales se plantean verdaderas batallas campales por llevar simplemente la razón cuando sabemos ni la tenemos ni la llegaremos a tener con esos argumentos. Pienso nos sobra mucha prepotencia que es igual a orgullo y nos falta demasiada humildad. ¿Haremos alguna vez caso a Jesús cuando nos dice una y otra vez que seamos mansos y humildes de corazón?
¡Cuántos poseedores de la verdad absoluta se ven a diario! La verdad es que ya ni llevo la cuenta porque me resultan un poco cansino.
El dogmatismo nos puede y no nos damos cuenta que nuestra opinión es tan solo eso: Una opinión que para algunos será verdad y para otros todo lo contrario. Lo que no podemos hacer es criticar por criticar y quedarnos tan anchos pues nadie está en posesión de ese tipo de verdad incuestionable.
Hace ya bastante tiempo huyo como de la peste de los dogmáticos pues son muy repetitivos porque pienso hablan para si mismo que no para el resto. Soy de los que opina que una persona dogmática carece de sentido del humor y será por eso que no puedo serlo.
Solo hace falta encender el ordenador o el móvil y acceder a las redes sociales para ver qué se cuece en el mundo, esa es la vida a tiempo real, es el lugar donde se comprueba lo que se "cuece" o no en este globalizado mundo que necesita en muchas ocasiones desconectar de tantos malos rollos y poner algo de Belleza, Alegría y Esperanza como la mejor de las noticias.
Nos autoinmolamos por tonterías, entramos en tediosos dimes y diretes, mientras no somos capaces de hablar abiertamente de Dios ni con lejanos ni cercanos, ni con ateos ni creyentes, porque en definitiva somos nosotros los que nos vamos alejando de Él progresivamente.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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