Buen día nos dé Dios.
Hay días con tantas cosas, tantos asuntos, tanto que atender, que las horas pasan sin apenas darte cuenta y algunas veces es muy bueno que así pase pues cuando te quieres enterar ya es hora de volver a casa donde todo se ve de distinta manera.
Hoy es de esos días que no he tenido ni tiempo de ver como está el tiempo si llueve o no, si hace sol o las nubes pueblan el cielo...
Esto que es lo más normal del mundo para los que tenemos que atender nuestras responsabilidades se va convirtiendo poco a poco en tu hábitat de vida y lo malo es que después, cuando el estrés se ha instalado a sus anchas, empiezan los problemas de salud, de convivencia, pues no sabes cuando poner freno a ese coche que al final acaba desbocado.
Soy firme defensor de asumir de las obligaciones que te corresponden pero con el pasar de la vida y todo lo que ello conlleva he aprendido cuando tengo que frenar, aparcar, detenerme y mirar ese horizonte que todos tenemos.
Sí, para ver bien hay que fijar la mirada en el horizonte porque muchas veces en las distancias cortas no somos capaces de ver casi nada.
Por eso haz lo que tengas que hacer pero dentro de esto mismo también es parar y detener el paso porque lo importante, en demasiadas ocasiones, es lo que dejamos atrás cuando vamos a toda marcha.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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