domingo, 10 de julio de 2016

10 de julio Dime, que te escucho.




Buenos días Villaluenga.

Buen día nos dé Dios.

Dime, que te escucho.

¿Cuántas veces escuchamos esto? ¡Pocas! ¿Verdad?

Vamos todos a lo que vamos, transitamos el camino con tanta rapidez, con tantas obligaciones, con tantas responsabilidad, con tantas ocupaciones que no tenemos tiempo para nada o nadie que nos distraigan de nuestros cometidos.

Vamos tan ocupados con cosas terrenales que nos olvidamos de las cosas de Dios, vamos tan ocupados con "nuestras cosas" que nos olvidamos, y de qué manera, la de los demás.

¡Dime, que te escucho!

Porque escuchándote veo a Dios en tus ojos, comparto contigo desde las alegrías a las tristezas, desde las satisfacciones hasta las decepciones, desde la confianza hasta la decepción.

Porque escuchándote yo callo y oigo el corazón tuyo y también mío.

Porque escuchándote ayudo a ayudar, doy la oportunidad de que otros alcen la voz en este mundo de impenetrables silencios.

Porque escuchándote te estoy diciendo que me importas, que eres parte de mí, que eres mi hermano pues todos somos hijos de un mismo Dios.

Porque escuchándote en tus palabras, sean las que sean, encuentro a Cristo.

Porque escuchándote, que es una forma de Amar a mi prójimo, Amo al Señor sobre todas las cosas.

Porque escuchándote me haces partícipe de tu vida y no hay mayor tesoro que albergar la confianza de los demás.

¡Dime, hermano mío, que te escucho!

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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