Buen día nos de Dios. Las vacaciones de verano se van acabando para la inmensa mayoría por esta parte del mundo y con ellas se termina un periodo donde se ha podido disfrutar de un tiempo extraordinario, en el lugar que cada uno haya podido estar, donde todo se ha encaminado a una necesaria relajación que nos hiciera olvidar los rigores del resto del año que son más intensos de lo que nosotros podíamos pensar. Ahora empiezan los colegios, volver al trabajo, quien lo tenga, seguir luchando por uno quien le falte... Empezará la aguja del reloj a correr sin misericordia pues estamos sometidos a este nuestro tiempo. Actos, conferencias, reuniones son el aderezo perfecto para terminar de poner una guinda a un pastel que en estos meses hemos querido olvidar aunque permaneciera en el congelador esperándonos a que abriéramos la puerta del final de las vacaciones o del verano. ¡Ánimo! ¡El mundo no se para aunque nosotros estemos sentados al borde del camino! ¡Es necesaria nuestra presencia, nuestra implicación, nuestra oración para intentar cambiar las cosas! Siempre se ha dicho que de los cobardes nunca se ha escrito absolutamente nada y es verdad aunque son los cobardes los que suelen señalar con el dedo acusatorio pidiendo más implicación cuando ellos no hacen nada. ¿Estamos frescos para comenzar de nuevo la marcha? ¿Ha servido este breve aunque intenso descanso veraniego? ¿Hemos disfrutado con la Familia, amigos así como de nuestra propia soledad? ¿Hemos sido capaces de encontrarnos con Dios en medio del bullicio de una playa, en la soledad de la montaña o en la quietud de nuestras casas? Este tiempo ha servido para coger fuerzas para trabajar por Dios, en primer lugar, y por medio de Él por nuestras Familias, pueblos, Nación así como por el mundo que está necesitado de que muchos pongamos nuestro particular granito de arena, estemos donde estemos, para hacerlo más habitable y, aunque ahora parezca una utopía, más lleno de Paz. Esta mi reflexión diaria se la quiero dedicar a una buena amiga y hermana en la Fe, Loli Veracruz. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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