Buen día nos de Dios. Después de la tempestad siempre viene la calma. Cuando estamos tan atareados que no podemos perder ni un minuto pues nuestras vidas están hipotecadas con tantas responsabilidades y obligaciones no vemos el momento que todo el bullicio que sentimos en nuestro interior se calme y logremos alcanzar la necesaria paz y el deseable sosiego que acomode nuestras almas hacia altas latitudes que no te dan los cargos, las cargas, los honores. Siempre pienso que el que ostenta algún poder y no lo pone en práctica para servir a los demás está haciendo un mal uso del mismo. Por eso hay tantos con mucho poder aunque con poca de salud de alma y cuerpo que no logran ni quieren paz y sosiego porque puede suceder que se reencuentren así mismos y creo que no resultaría agradable. ¡Hay que rezar mucho por ellos! Padre, dame la paz, el sosiego, la tranquilidad que me hacen ver el camino correcto que lleva hacia Ti. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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