sábado, 23 de agosto de 2014

desde el tren. 23 de agosto.

Buen día nos de Dios. Sembrar y crear la duda sobre nuestros hermanos es una actitud abominable para un cristiano, dudar de la piedad de los mismos es simplemente una actitud muy alejada de la fe y muy cercana de las fauces del Maligno. No podemos tener en la boca la palabra Caridad si no somos capaces de practicarlas con nuestros hermanos, sean quienes sean, no debemos decir a diestro y siniestro que rezamos todo el día cuando no hacemos examen de conciencia y dejamos que Jesús nos desnude de todas nuestras podredumbres, orgullos y soberbias pues no hay mayor antitestimonio de quien se da "golpes en el pecho" y pega, con su lengua y actitud, "puñaladas por la espalda". Muchas veces, en demasiadas actitudes de nuestro particular día a día caemos víctimas de nuestras propia soberbia, de ese orgullo innsano que parece inundarlo todo y en vez de pensar que lo mejor es no hablar porque lo que podemos decir puede crear la duda, puede dañar sentimientos, puede insultar sin pretenderlo o caer, somos pecadores, y hacerlo todo queriendo hacer un daño gratuito, lo que hacemos y todo lo que decimos, escribimos, se nos puede volver en contra. Pero pienso que la víctima de los desacertados caminos que cogemos algunas veces no somos principalmente nosotros, que lo también los somos, sino nuestras creencias, nuestra Madre la Iglesia y el concepto que los alejados pueden tener de ella. El cristiano evangeliza con su testimonio de vida y este testimonio es el compendio entre lo que se piensa, se dice y se hace y cuando algunas de estas tres patas fallan debemos ser conscientes de que estamos haciendo un flaco favor a todo en cuanto decimos creer. Nada mejor que orar ante el Sagrario, que no dudo que nadie lo haga, confesar mis pecados, si se tiene director espiritual mejor pues él te va marcando las pautas a seguir por el camino correcto, comulgar el Cuerpo de Cristo que se sacrificó por todos nosotros y reemprender el Camino con decidida voluntad, Fe, Caridad y Amor que es lo que a lo mejor nos falta en la mayoría de las ocasiones. Recibid, mis queridos hermanos, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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