domingo, 17 de agosto de 2014

desde el tren. 17 de agosto.

Buen día nos de Dios. Un nuevo domingo, día del Señor, se abre ante nuestras miradas para celebrarlo en unión de nuestros hermanos y al calor de la fe que nos une, nos alimenta y nos da vida. Mientras actualizo el blog, mi particular herramienta de evangelización y de apostolado, Hetepheres reza tranquilamente a mi lado porque no hay nada como empezar el día en oración y metido de lleno en las cosas del Señor. Cuando entendamos que nosotros no somos los dueños de nuestro tiempo sino que lo es Dios habremos comprendido muchas cosas. Muchas veces planeamos, replaneamos, pensamos en hacer esto, aquello, decir lo de más allá y después todo queda cercenado porque el devenir de nuestra particular historia cambia en un segundo y lo que pensábamos hacer ya no vale la pena y es cuando todos nos acordamos de la famosa frase de "que el hombre propone y Dios dispone". Eso sí, cuando cuando Dios dispone lo que el hombre ha propuesto sale bien de todas todas. Saber ponernos en manos del Señor, comprender, medir y entender sus tiempos, adecuar nuestras vidas a lo que Él disponga, gozar con lo que nos tenga preparado, aceptar su voluntad como el mejor regalo, acatar sus decisiones que ahora no llegamos a comprender aunque con el paso del tiempo vemos que era lo mejor para nuestras vidas, es decir, abandonarnos de una vez por todas a los brazos redentores de nuestro Padre Celestial es empezar a vivir la Gloria en la Tierra, es ir dejando de lado a lo mundano y preocuparnos de lo divino, de lo que nos acerca a Él, de lo que nos salva. Hoy es un día inmejorable para empezar a caminar junto al Señor por medio de la Eucaristía, de la oración sentida e íntima que va de mi corazón al inmenso Corazón de Jesús, comulgar su Sacratísimo Cuerpo que es Pan de Vida que nos da vida a todos los hombres y salir nuevos de la Iglesia para afrontar con ganas y garantías nuestro particular apostolado, nuestro necesario camino que nos lleva a la salvación. Hoy es Domingo y es el Día del Señor. Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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