Buen día nos dé Dios.
Muchas veces en una peluquería ves el mundo y la sociedad pasar por delante tuya mientras esperas tu turno o simplemente ya te ha tocado.
Siempre se ha dicho que los peluqueros o barberos son una especie de "confesores" que oyen sin cesar lo que cada cual le cuente mientras guardan silencio o dan ese necesario consejo pues ya se encuentran curtidos en mil batallas.
No nos damos cuenta de la necesidad que tienen de hablar los que nos rodean hasta que comprobamos en primera persona ser depositarios de los secretos de los que no conocemos.
En un mundo lleno de ruidos es tan necesario hablar!! Pero lo que pasa es que en verdad no hay tantos que se presten a esa labor generosa y a la vez gratificante como es escuchar.
En este mundo lo que prima es el Yo y el Tú, el vosotros parece no existir y así nos va.
Según los pelados vemos las distintas generaciones, las modas, los que se han quedado anclados en un tiempo que ya no les corresponde, los que quieren disimular o maquillar el paso de los años y quienes ven con gratitud el pasar del tiempo.
Fijaros en los niños, en esos jóvenes pendientes de la moda y los pendientes, de esos que no son tan jóvenes pero adoptan esa actitud, de los que se empeñan a toda costa maquillar el paso del tiempo como si este fuera chicle y ellos inmortales. Fijaros en los que miran al espejo con esa sonrisa de comprobar in situ que los días y los años no pasan en balde gracias a Dios.
De siempre he sido de pelo frondoso y de siempre me ha gustado mirar la ingente cantidad de pelo que caía en el babero y en esta manía tan mía he comprobado que la cantidad es la misma 47 años después pero que entre pelo castaño existen ya muchas canas, cada vez más, que me señala para que no olvide que la vida pasa en un santiamén y no precisamente en balde.
Que nuestro ejemplo, nuestro testimonio, nuestra coherencia de vida sean la mejor tarjeta de presentación y la única.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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