Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
Un día una persona muy querida por mí me dio un consejo que intento cumplir todos los días: "Vuela cuanto más alto puedas pero nunca se te ocurra bajar porque te matarán a pedradas".
Desde ese día vuelo a mi manera, me mantengo firme en mis actos para bien o para mal.
El consejo no es otro que por mucho que tu hagas siempre existirá el gran pecado de la envidia. La envidia, para quienes la poseen, carcome, irrita, destroza, aniquila.
El envidioso no puede vivir tranquilo pues no vive su vida sino la de los demás.
No se fija en la viga que tiene para detenerse en la astilla del otro, no se conforma con lo que posee sino que siente maldad por los éxitos de sus semejantes. Es vivir, con rencor, una vida que no es la suya a la que debería prestar más cuenta por la cuenta que le trae.
La verdad sea dicha que gracias a Dios y a mis padres no he sido inculcado en esa corriente maldita de lo que es la envidia. Soy de los que me alegro profundamente de lo bueno que le suceda a los demás, mi alegría es más que si a mí me lo hicieran. Parece mentira pero es así.
Me gusta respirar un ambiente de Felicidad tanto dentro como fuera de casa, me apacigua que todos se sientan bien, que todos estén contentos, que todos consigan sus metas.
Por eso todos los días desde que me levanto pongo en práctica lo que aquella persona querida me dijera en su tiempo: ¡Vuela alto y no bajes que te apedrearán!
Sé que si bajo habrá muchos que me abrazarán y protegerán de todo mal y también sé que el que menos te lo pienses te tirará la asesina pedrada porque su corazón sufre la carcoma de la envidia.
Recemos mucho para que Dios nos ilumine a todos y sobre todo a los que no pueden vivir porque sienten envidia de los demás, de sus semejantes.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario