lunes, 7 de diciembre de 2015

7 de diciembre.




Buenos días Villaluenga.
Buen día nos de Dios.
El otro día cuando visitamos el yacimiento arqueológico de Acipino (Ronda) además de impregnarme de toda la historia que es la nuestra también me extasié admirando el precioso paisaje que se abría a nuestras miradas cuando llegamos a lo más alto.
Cuando llegamos alto tenemos que ser conscientes de lo que en verdad somos y el sentido real de por qué estamos en ese momento ahí.
No nos creamos más de lo que es nuestra realidad, no pensemos que somos insustituibles, que sin nosotros no amanece un nuevo día, que sin nuestra presencia los demás caminan, no nos creamos que por qué en un momento determinado podamos estar en la cúspide es porque somos los mejores en todo y que el poder que en ese momento podamos detentar lo enfoquemos para nuestro bien y no para el de los demás.
Cuando alguna vez eso nos ocurra pensemos que estamos ahí por un motivo concreto pues Dios no hace nada por "casualidad". Él nos quiere ahí para que sirvamos siempre a nuestros hermanos, a nuestro prójimo. Él nos ha puesto ahí para ejercer nuestra encomienda, sea cual sea, con vocación de apóstol. Él sabe lo que nosotros podemos rendir, cuales son nuestras limitaciones y también hasta donde seguro llegaremos ya que nos conoce y confía en cada uno cosa que nosotros mismos no hacemos pues nos da miedo conocernos al cien por cien y dudamos hasta de nuestras fuerzas.
El que esté arriba tiene que tener una vocación de servir y no servirse porque en eso estriba la diferencia entre ejercer tu responsabilidad con amor, bondad, caridad, humildad en vez de hacerlo con despótica autoridad que nos aleja de todo, de todos así como de Dios.
Y si en lo más alto pude contemplar el mundo a mies pies también me di cuenta lo diminuto que era mi ser, mi ínfima presencia, ya que todo lo pequeño que veía todo es en realidad inmensamente grande.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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