sábado, 4 de abril de 2015

desde el tren. 4 de abril. ¡Silencio, Jesús ha muerto!




Buen día nos de Dios.

Sí, hace un sol alegre y de justicia, sí, hace calor y eso no da motivos para estar fuera de casa, salir de nosotros mismos y buscar el aire puro que necesitamos para seguir respirando, para que nuestros pulmones se expandan haciéndonos respirar.

Si, hace un buen día que se intuye alegre y lleno de visitantes en este mi querido pueblo aunque que queréis que os diga yo siento pesar de duelo, penar y vacío en el alma, un frío que fustiga mi cicatrizado cuerpo y que hace que no me encuentre a gusto. El sol es resplandeciente en este mi día nublado.

Jesús ha muerto y descansa en la penumbra de su tumba. Ayer se cerraron las puertas de la Ermita del Calvario a modo de piedra como hiciera José de Arimatea, ayer se puso punto y..., a la vida mortal de Cristo y que queréis que os diga en su mortal ausencia lo estoy echando tanto de menos...

De menos su Bondad, su capacidad de perdonar, su entrega a todos, sus explicaciones tan claras y tan sencillas de que Dios en nuestro Padre, del Reino de los Cielos donde cabemos todos, sin distinciones ni cargos, y que en la hora del juicio solo seremos juzgados en el Amor. ¿Hay juicio más justo y a la vez más complicado?

Nos enseño que el prójimo es nuestro hermano y que este puede ser el amigo, ese extraño o incluso el que nos malquiere y nos hace tanto daño. Nos enseñó que todos nosotros somos sus hermanos, que por nosotros vino, que por nosotros fue crucificado, que por nosotros ha muerto y que por nosotros hoy en esa limpia y nueva tumba está descansando.

Nos enseñó a vivir de nuevo, a ser mejore hijos de un Eterno Padre que nos Ama a las duras y maduras, cuando nos comportamos como hijos buenos o nos alejamos del camino pidiendo nuestra parte de la herencia.

Nos enseñó que con Él somos curados de nuestras cegueras, de nuestras enfermedades que nos llevan paulatinamente a la muerte. 

Nos enseño que quiere Misericordia y no sacrificios y sobre todo que Dios es Amor, que su vida fue una enseñanza única y auténtica de lo que es el verdadero AMOR.

Y hoy que sé que está muerto y ya no está con nosotros, ¿qué queréis que os diga? ¡Lo echo tanto de menos! Porque se ha muerto mi mejor Amigo, mi Hermano y hoy aunque el sol resplandezca y el día se haga alegre, permitidme que esté de luto, de duelo, por la marcha de un ser tan querido que ayer clavado a la cruz ha muerto por nuestros pecados.

Recibid, mis queridos hermanos, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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