Buen día nos de Dios.
¡ Ánimo que tú puedes con todo!
¿Cuántas veces necesitamos nosotros escuchar esa frase que nos ayude a levantarnos y mirar al día con la ilusión que da el tener Esperanza?
Y necesitando escuchar estas palabras acompañadas de gestos tenemos que reconocer que somos parcos en ofrecerlas. ¡Ni que costasen dinero!
Debemos empezar por comprender a los demás. Cada persona es única y por tanto lo que pueda preocupar a unos para otros resulta una insignificancia. Cuando uno ve solo problemas otros ya están viendo soluciones y así siempre.
Tenemos que aparcar de nuestra mentalidad el pensar que todos pueden hacer lo que yo hago porque nadie somos iguales al otro. A mí se me puede dar muy bien unas cosas y en cambio soy un auténtico inútil para otras y por eso ni soy mejor ni peor sino diferente.
Tenemos que comprender, admitir la diferencia y solo así podremos comprendernos unos a otros y si verdaderamente nos comprendemos llegaremos a entender las dificultades y el desánimo del que está a nuestro lado.
Entonces seguro que somos capaces de decir casi sin pensarlo: ¡Ánimo que tú puedes! Y no solo nos quedaremos en palabras sino que le ofrecemos toda nuestra ayuda porque el camino, con sus cuestas y bajadas, es mucho mejor cuando se hace en compañía.
¡Ánimo que seguro que tú puedes! Y si no, ¡Aquí estoy!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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