jueves, 23 de abril de 2015

desde el tren. 23 de abril Orando ante el Cristo sin brazos.


Buen día nos de Dios.
Hoy quiero rezar a este Cristo roto, magullado, herido en sus heridas y sin brazos.
Entre todos las hemos cercenado y entre todos lo seguimos hiriendo.
Los cristianos somos perseguidos por los que actúan en nombre del Mal que hacen y permiten sin el mayor de los problemas que la tierra se haya convertido en una zona de exterminio a todo lo que huela a Cristo.
Ese Cristo que aparece magullado y herido en sus heridas y que le han arrancado los brazos porque así creen los que odian a Dios que no sentiremos Su Mano en la nuestra.
Señor, te pido que los que creemos en ti no nos dividamos en espurios intereses, que todos nos pongamos a una en hacer tu voluntad para así ser buenos hijos tuyos y de tu Santa Iglesia que nos acoge a todos para que vivamos la fe en comunión.
Cuando te miro tan destrozado me pregunto: ¡Qué estamos haciendo? ¿Somos conscientes de que hace falta nuestro granito de arena? ¿Hacia dónde va este mundo que tan falto de misericordia y tan rico en mezquinos intereses?
Jesús, contesta a mi pobre corazón que no es dócil a tus mandatos y que tanto me olvido de los que verdaderamente son pobres en lo material y también en lo espiritual.
Toca mi corazón con Tus Manos aunque la impiedad y el desconocimiento te las hayan arrancado.
¿Hasta cuando podrá subsistir el hombre sin vivir en el Amor de tu traspasado Corazón?
Sí, mirando a Cristo destrozado siento que el mutilado soy yo porque con mis silencios y actitud en demasiadas ocasiones estoy permitiendo que lo hieran en heridas porque mi duro corazón debe reblandecerse para poder ver también la cara de esos que me hacen y nos hacen tanto daño en el rostro de Jesús pues también vino para salvarlos y así poder rezar por ellos, por esos que causan tanto daño y que han arrancado, con nuestro permiso, los Brazos de Jesús.
Oremos todos por todos y pidamos al Señor que nos perdone y nos de fuerzas para cumplir con su voluntad que debe ser la nuestra.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

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