Buenos días Villaluenga.
Buen día nos dé Dios.
Sigue lloviendo en nuestro pueblo que a su vez sigue triste por la muerte de otro ser querido de otro de sus vecinos y van dos en muy poquito tiempo.
Sigue lloviendo y sigue llorando porque nuestro querido Diego Franco ha muerto y ya no está con nosotros de forma personal.
Pero hoy que es un día duro y lleno de emociones también lo debe ser para la Esperanza pues Diego ha muerto pero ha resucitado.
Jesús que sufrió, murió, resucitó y ascendió a los Cielos. Se fue y está sentado a la derecha del Padre, se fue y se quedó por siempre con nosotros por medio de la Eucaristía.
Y Diego como Antonio, y mi madre María del Carmen como Tata y tantos y tantos se han ido de nuestro lado para permanecer siempre con nosotros desde ese lugar en el Caíllo eterno que le tiene preparado el Señor.
Nadie muere cuando se le sigue amando, nadie muere si nunca se le olvida, nadie muere cuando su vida, su testimonio, sus consejos han calado en tu propio ser.
Por eso Diego no está muerto sólo nos ha dejado para marchar junto a Ana y todos los seres queridos que habitan en esa Gloria que bien podría ser esa Villaluenga eterna.
Hoy es un día donde inunda la tristeza, cosa lógica, pero ya nos envuelve esa clase de consuelo que con el pasar del tiempo es donde se cimenta la Esperanza.
Hoy a las doce y media del mediodía en tu Iglesia de San Miguel Arcángel te despediremos para siempre de tu vida aquí en la Tierra, hoy no estarás sentado en ese primer banco del lateral izquierdo del Templo como acostumbrabas, hoy será el primer día del resto de nuestras vidas que nos tendremos que acostumbrar a no verte porque sentirte, te sentiremos siempre a nuestro lado.
Hoy sin lugar a dudas es un inmenso día para vivir en la Esperanza.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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