jueves, 12 de febrero de 2015

desde el tren. 12 de febrero.




Buen día nos de Dios.

Amor, paciencia y confianza en el Señor que es el único capaz de curarnos de todo mal.

La enfermedad del cuerpo se puede tratar con medicamentos, intervenciones quirúrgicas y muchas oración aunque la enfermedad del alma no tiene más cura que pedirle a Dios con toda nuestra fe que lo haga como a la hija de la mujer fenicia de la que habla hoy el Evangelio.

Muchas veces, en demasiadas diría yo, estamos viciados y nuestro interior aparece tan oscuro que una profunda cueva tiene más luz. Eso hace que caminemos agobiados, malhumorados, apáticos, huraños con todo el mundo e incluso con nosotros mismos. Todo nos sobra cuando en realidad lo que sobramos somos nosotros en esas condiciones.

Cuando ya nos encontremos por esa escarpada y profunda cueva y el agua fría nos vaya llegando al cuello no habrá más remedio que pedir ayuda, la ayuda que es medicina para nuestra alma presa de tanta impiedad. Dios nos dará la mano, siempre lo ha estado haciendo aunque antes nosotros dedicados y entregados a nuestros vicios no la hemos visto, y será el mejor equipo de salvamento que nos ayude a salir de la cueva sanos y salvos.

Veremos la luz y la admiraremos más limpia, más clara, más diáfana, más transparente. Cristo ha vuelto a salvarnos, una de tantas veces, y nosotros nos daremos cuenta del soberano poder de Jesús.

Nos volverá a mirar a los ojos llenos de ternura y amor y nos volverá a decir: ¡Anda y no vuelvas a pecar! 

Y nos dice esto para nuestro bien porque es distinto caminar apoyado en el Señor por el Camino que da a la vida eterna que por las ciénagas llenas de fango pestilente que nos hunden cada día más hacia la penumbra y soledad del infierno.

Podemos vivir lo que es el Cielo o el infierno sin haber expirado a la vida terrenal y en nosotros, solo en nosotros, está la decisión final.

Dios nos deja libertad absoluta. Y ahora, ¿Qué decides?

Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.

Esta reflexión de hoy se la quiero dedicar al Padre Juan Enrique Sánchez por ser un verdadero hombre de Dios que siempre está presto para ayudarnos a salir de la oscuridad y alcancemos a ver la luz de Dios en toda su extensión. ¡Felicidades por su cumpleaños mi querido amigo, mi querido hermano en el Señor!

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