Buen día nos de Dios.
Un día nublado tiene mucha belleza que se esconde a los ojos de esa inmensa mayoría que prefiere siempre la claridad del sol.
Cuando vivimos un día nublado somos más receptivo, más sensibles, más humanos porque el nublado de nuestra particular vida nos hace bajar la coraza que en demasiadas ocasiones nos protege tanto que nos va aislando de todo.
Aunque me gusta el sol y su alegría también he de reconocer que necesito de días nublados.
El gris imperante no quita color a la vida sino que potencia los mismos haciendo que brillen más cuando las densas nubes dejan alumbrar al escondido sol con toda su alegre potencia.
Y además si no hay días nublados no valoramos en su verdadera medida lo radiante de un día bueno y soleado porque hasta de lo bueno nos acostumbramos y al final a nada le damos valor.
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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