Buen día nos dé Dios.
Los Títulos, los Honores, las Instituciones de la que eres miembro, pueden servir para adornar nuestras paredes, pueden servir para regodearnos de ellas o puede servir para servirlas en modo y forma que tengas que hacerlo.
Lo mejor con diferencia es la tercera opción porque las demás no valen para nada ya que la primera te quita espacio y la segunda credibilidad.
El mejor estilo de vida es dar testimonio en modo servicio. Servir puede costarnos más pero los beneficios siempre son muy grandes pues alcanzas esa paz que no te viene del mundo, y además ves que eres necesario pues la labor que ejerce así lo es.
Reconozco que me honra pertenecer a las instituciones, eclesiales o no, que pertenezco pero no tanto por mis méritos, pienso que no tengo los suficientes para poder ni siquiera imaginarlo, sino porque de esta forma me da la potestad de poder contribuir de la forma y modo que estas necesitan. Reconozco que a estas alturas de mi vida no necesito diplomas que ocupan un espacio que podría estar ocupado por libros de la ya voluminosa biblioteca que vamos teniendo en casa, no necesito medallas, honores, tratamientos, porque os confesaré que no me reconozco con estos.
La vida es esencialmente corta, la vida pasa también demasiado rápida, y casi hemos consumido gran parte de ella para malgastarla en regodeos innecesarios, por intentar aparentar lo que nunca se ha sido, por engañar a los demás haciéndoles creer lo que no eres ni por asomo. Se vive mejor desde la humildad, desde la sencillez, desde el necesario alejamiento de privilegios y honores, de primeras líneas en fotografías y reconocimientos. Se vive mejor sirviendo en la medido y modo que seas necesario porque lo demás queda en el olvido.
Prefiero ser una persona de carne y hueso, una persona cercana, una persona bendecida por la Fe, que un simple retrato en una pared que al poco tiempo que pasa también entra en lo invisible del propio olvido.
Hechos mejor que palabras, palabras mejor que una simple imagen en una pared.
¡Feliz martes!
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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