Buen día nos dé Dios.
Son muchos que cuando hay una circulación muy densa por nuestras carreteras pierden los nervios pues pienso que nos hemos vuelto demasiado impacientes, todo lo queremos ya, en su punto y hora.
Hemos perdido la sana capacidad para dejarnos sorprender e incluso degustar situaciones que pueden devenir de lo que consideramos como molesto.
Vamos demasiado deprisa y así es verdad que no nos damos cuenta de casi nada. Nuestra vida se parece a ese paisaje en movimiento y difuso que vemos tras los cristales cuando vamos en un tren de alta velocidad.
Ayer en el denso tráfico que tuvimos que soportar y que hizo que llegáramos más tarde fuimos testigos de un precioso atardecer, de esos que tocan el alma, y que seguro no nos hubiéramos percatado si hubiéramos ido a otra velocidad.
Ahora me pregunto: Cuántos se fijaron en la inmensidad del cielo?
Recibe, mi querido hermano, un fuerte abrazo y que Dios nos siga bendiciendo.
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